Ciudad sin luz


¿Hay alguien en tu vida que odies? ¿Alguien por quien darías cualquier cosa para hacerle daño, por quien pagarías cualquier precio a cambio de venganza? Si es así, quizá deberías considerar ir a la Ciudad Sin Luz.
Para ir ahí, ve a cualquier ciudad relativamente grande y busca un callejón abandonado por la noche. Entra en él, y cierra tus ojos lo más fuerte que puedas. Di en voz baja «Ciudad Sin Luz» y concéntrate en la oscuridad. Probablemente has notado que ves colores difuminados y figuras abstractas si enfocas tu vista cuando tienes los ojos cerrados; observa esas imágenes. Luego de unos minutos, deberían empezar a volverse más claras y brillantes.

Cuando esto ocurra, irán tomando formas concretas: imágenes de asesinatos violentos, animales deformados y semejantes. No importa lo que veas, mantén tus ojos cerrados. Comenzarás a perder la noción del tiempo, pero eventualmente las imágenes se detendrán y sólo verás oscuridad absoluta, nada más que un tono negro profundo, sin otros colores ni formas. Cuando estés seguro de que has alcanzado este punto, abre tus ojos.
Ahora te encontrarás en una ciudad bastante oscura, no habrá una sola luz o estrella en el cielo. Deberías poder ver las siluetas azul oscuro de los edificios a tu alrededor. Sal del callejón y camina tan silenciosamente como te sea posible por la acera, sin ir en ninguna dirección en particular.

Si escuchas algún movimiento, aléjate tan rápido como puedas del ruido. En la Ciudad Sin Luz habitan animales. Estará muy oscuro como para distinguir bien sus rasgos, pero son del tamaño de los grandes felinos y matarán a cualquier humano que atrapen. Sigue caminando hasta que llegues a un área con edificios más pequeños; el límite de la ciudad.

Te encontrarás con un niño,

LA MUERTE DE MIS SUEÑOS



Por: Óscar Saúl Argüelles Díaz




En una lúgubre calle que la caminaba con paso desesperado, el miedo era mi única compañía. Lo más probable es que estaba de noche porque no encontraba el Sol y estaban la Luna, las estrellas y el frío nocturnal. Acercándome por la inercia de mí caminar a un perro de raza dóberman que estaba en medio del camino, notándolo un poco misterioso. En un callejón una improvisada fogata calentaba unas personas de aspecto siniestro, la angustia se apoderaba de mi existencia al pensar en que quisieran atacarme, seguí mi marcha a pesar de los temores, hasta que se hizo inevitable el encuentro con el perro dóberman, el cual gruñía y ladraba mostrando los colmillos, tenía unos amenazantes ojos de color rojo fuego que lo hacían ver como un perro diabólico. 

En ese momento tenía dudas, no sabía si estaba despierto o sumergido en una absurda pesadilla, quise negar lo que sucedía susurrando de forma repetida: