Encontré a una chica que conozco en una porno



Muchos aquí en Reddit hablan de encontrar personas que conocen en /r/gonewild, o en una porno, o algo. Pero les puedo asegurar de primera mano que no siempre es como las personas dicen que es.

Tenía once años el verano que Kathy Ritter, de mi misma edad, huyó de casa, fue secuestrada, o fueran cuales fueran las mentiras que los periódicos estaban publicando aquel mes. Entre eso y que la familia Ritter se hubiese mudado luego de que el rastro se congeló, nunca comprobamos qué fue lo que pasó. Y, eventualmente, nos olvidamos de ella.

Años después, la vi de nuevo. No de manera breve, en persona, sino que en línea. En un video pornográfico.

Yo tenía dieciséis años y el video se veía reciente. Al menos, tenía una fecha de publicación reciente. Lo cerré y apagué mi computadora de inmediato. Estoy avergonzado de admitir que no fue a raíz de mi preocupación por Kathy, fue porque tenía miedo de lo que me pasaría si se me descubría viendo lo que técnicamente era pornografía infantil.

Eso ocurrió semanas antes de que la curiosidad y una noción estúpida de heroísmo adolescente —podría ser yo quien finalmente descubriese lo que le pasó a Kathy— me sobrecogieran, y regresé al mismo sitio web. Ella era sorpresivamente fácil de encontrar. Participaba en muchos videos bajo seudónimos como Katty Kathy, Kitty y similares.

Fue inútil. Todos los videos tomaban lugar en el mismo sótano, en la misma cama. Los videos eran todos iguales, más o menos. Kathy usando trajes. Kathy y otra chica. Kathy y dos hombres. Otros videos utilizaban intereses más radicales, como Kathy teniendo relaciones con un minusválido o algún actor vestido de caballo, pero no me molesté en verlos.

Sin embargo, Kathy nunca hacía juego de roles de manera activa, incluso cuando usaba trajes de enfermera o lo que sea. Ni siquiera hablaba en ninguno de sus videos. Me di cuenta de que apenas hacía sonidos —no gemía ni respiraba agitadamente—. Cuando otros actores la penetraban o utilizan otras cosas para hacerlo, no había ninguna reacción de parte de ella además del ocasional ceño fruncido.

Y, de vez en cuando, ella veía hacia la cámara. No era una mirada de enojo o resentimiento, o de súplica, como uno esperaría de alguien que estuviera siendo forzado a participar en porno. Al final, la identifiqué.

Era resignación.

Tuve que dejar de ver sus videos después de eso. Ahora estaba seguro de que eso no respondía a su voluntad, que ella había sido capturada y encasillada dentro de esa vida. Pero no había forma de que lo demostrara o de descubrir en dónde estaba.

Reporté los videos a la policía, pero nada salió de ello. Dijeron que no había manera de probar con seguridad quién era la chica de los videos. Yo sabía que era Kathy; ellos solo habían decidido hace mucho tiempo que Kathy estaba muerta y que el caso había terminado.

Traté de presionarlos, pero me dijeron que me detuviera. «Niño, piensa en sus padres. ¿Porno? Para muchos, creer que tu hija está muerta es más confortante».

Rastreé a la familia Ritter. Mi mamá me dijo que sus nombres eran Harry y Laura Ritter, y una búsqueda rápida de Google me dijo que vivían en Oregon.

—¿Señora Ritter? —dije cuando una mujer contestó el número de teléfono en listado en las páginas amarillas—. Soy Max Page.

—Hola, Max —respondió, cautelosa. No me recordaba.

—Vivíamos en el mismo vecindario —le expliqué—. Conocía a su hija. Creo que la encontré.

La mujer escuchó en silencio mientras le dije lo que había descubierto y con cuál sitio web lo había hecho.

—No es mi intención hacerla sentir mal. Pero su hija está viva. Apuesto que la encontraría si va a la policía.

Clic. La mujer me colgó la llamada.

Pensé que la policía estaba en lo correcto y dejé de tratar que los vídeos recibieran atención. Dejé de visitar la página y traté de olvidarme de ello.

Pero luego recibí un correo. Era de uno de los administradores del sitio web anunciando que tenían una actualización nueva. Ligeramente desagradado por que aún tuvieran mi información, entré en el enlace rápidamente para poder borrar mi cuenta, y fue ahí cuando entendí a lo que se referían con la actualización. Era porno gore.

Sueño en Serie

Historia escrita por - Ignacio Castellanos

Él formaba parte del porcentaje menguante de consumidores habituales de sueños a la carta, vendidos con o sin receta -dependiendo de los ingresos del ciudadano- por la empresa Dulces Sueños. Él había visto cómo aquellos sueños exquisitamente hilados de manera artificial en la red neuronal del consumidor, habían cambiado por completo la vida de las personas, convirtiendo cada escena de su vida en uno de ésos anuncios repletos de caras alegres, familias felices, y vidas perfectamente encaminadas. Pero lo que él había visto de primera mano era un manojo de inseguridades, necesitado de respuestas fáciles y manidas. Los hijos de todos aquellos consumidores duros de los sueños en serie, sufrieron los peores efectos, ya que eran incapaces de soñar; sus hijos habían heredado la incapacidad para soñar, algo que sus padres habían logrado a golpe de cirugía cotidiana.

Era tal la normalización de algo tan antinatural, que él, comenzó a sufrir una marginación social como nunca antes había vivido. Él no comprendía cómo aquellos que consideraba personas sanas y cuerdas, se sometían por propia voluntad a una cirugía que les convertía a largo plazo, en unos seres incapaces de soñar por cuenta propia.

Algunas personas compraban sueños pornográficos, la mayoría tabúes que en su vida diaria serían delitos, como violaciones y asesinatos. Otros compraban sueños en los cuales su vida estaba resuelta, y la autorrealización se encontraba a la vuelta de la esquina. Pero un día, tras dos generaciones de consumidores, comenzaron a suceder una serie de accidentes con los sueños en serie que nunca antes había ocurrido. Muchos de los que despertaban, parte de su cerebro permanecía en estado de sueño. Cinco personas murieron pensando que podían volar, y otros dos se mataron tras soñar con un suicidio. Él observaba todo esto con terror. Él nunca había estado tan solo en toda su vida. 

Tras éstos “accidentes”, muchas empresas que recibían subvenciones por parte de Dulces Sueños, comenzaron a sustituir los derechos de sus trabajadores, por dosis diarias y gratuitas, de sueños en serie. Él, con reticencia y miedo aceptó, pues de lo contrario hubiera sido puesto en la calle. El sueño en serie, ahora era un beneficio y derecho que debía ser aceptado sin reservas por el trabajador. 

Él escogió el sueño estándar “descanso reparador”, pero cada noche, soñaba que mataba y abría en canal a su mujer y sus dos hijas, tras lo cual, se ponía a mascar palillos mezclados con trozos de cristal, destrozándose la boca y muriendo finalmente de hemorragia interna. Así cada noche. 

Una historia de fogata | A Campfire Story.


Por muchos años fui un consejero de campamento durante la noche en los Muskokas. Lo amé más que cualquier trabajo que he tenido, a pesar de la paga inexistente, los campistas molestos, los días largos y las noches cortas, la comida de mierda, etcétera. Pude contar muchas historias de terror. No había nada mejor que estar alrededor de una fogata apagada con un puñado de niños de secundaria que demandaban las peores y más sangrientas historias que sabía. Y las conté todas: la niñera y la estatua de payaso espeluznante, el conductor y el despachador de gasolina horripilante, la mujer y su perro que lamía, el amigo por correspondencia.

Guardé mis mejores historias para los viajes por la noche que hacíamos en el Parque Algonquin (para los que no son canadienses, es un parque gigante en el medio de Ontario con casi ocho mil kilómetros cuadrados) cuando los días se pasaban en canoa por lagos prístinos y las noches se pasaban alrededor de la fogata, cantando y quemando malvaviscos, haciendo más ruido que nunca. Una vez que los niños se calmaban, les contaba historias de un acosador en el bosque con una cara tan horrible que paralizaba a todas sus víctimas del miedo, o del grupo de campistas que decidió pasar la noche frente al lago de un asilo para los enfermos mentales que estaba abandonado (¿O NO?) .

En esta noche particular, había terminado los cuentos —insistiendo una vez más con que eran ciertos— y envié a los campistas a sus tiendas. Había sido un día exhaustivo y ninguno de los seis niños estaba de humor para quedarse hasta más tarde. Mi amiga consejera también decidió irse a dormir, dejándome solo en un tronco caído junto a la fogata apagada. Tomé un respiro profundo del aire fresco con esencia de pino, y miré al lago. La luna parcial reflejaba la luz cristalina, y en el otro lado podía ver acantilados de muchos metros de altura. Consideré que podíamos ir en canoa, escalar un par de docenas de pies y hacer saltos de acantilado. Sonreí. El director del campamento me sacaría la cabeza si hacíamos eso. Si es que se enteraba.

Un movimiento en la punta de los acantilados atrajo mi vista. Había una pequeña luz flotando a lo largo del pico. Primero pensé que era una estrella, pero era más grande y tenía un resplandor dorado. Lentamente, se movía hacia atrás y adelante formando un arco pequeño. Mientras permanecía sentado y la miraba, apareció otra junto a la primera, flotando a lo largo de la punta del acantilado. Luego otra. Y otra. Y unas más.

Mi estómago cayó a mis pies. Tomé mi bolso y saqué mi cámara digital. Luego la enfoqué en los pequeños orbes resplandecientes y usé la función de zoom. Las conté. Y las conté de nuevo.

—Oh, mierda.

Me había levantado rápido y corría hacia las tiendas.

—¿Ey, chicos? Despierten. Debemos irnos.

Había movimiento en las tiendas, y luego tuve siete cabezas confundidas mirándome. Mi coconsejera tenía una mezcla de preocupación y rabia pura.

—Odio hacer esto —continué—, pero las nubes están viéndose muy amenazadoras. Hay una gran tormenta acercándose. Si nos atrapa, arruinará nuestro viaje.

—¿En serio? —preguntó Laura, mi coconsejera—. Estamos en el medio del bosque. ¿Adónde iríamos?

Saqué un mapa y una linterna de mi bolso.

—Hay una estación de guardabosques a unos kilómetros hacia el sur —Tracé el camino en el mapa con mi dedo—. Podemos llegar ahí en un par de horas.

Los campistas gruñeron.

—¿No podemos ir en la mañana?

—¡No! —grité; mi voz hizo eco a través del lago. Bajé el tono—: Pronto, empaquen todo y vámonos. Les contaré una historia en el camino —Sonreí, aunque podía sentir a mis labios temblar—. Es la mejor.

Eso pareció apurarlos, y, después de menos de diez minutos, las tiendas estaban guardadas y habíamos empezado nuestra excursión en el bosque con solo la guía de linternas pequeñas. Cuando estaba seguro de que nos estábamos moviendo a un paso rápido, me permití relajarme y empezar a contar mi historia de fogata favorita:


LA INVASION DE LOS ALIENS MICROSCOPICOS


Historia escrita por - Martin González

Hola me llamo Martin, aunque mi nombre es relevante. Os voy a contar una historia, la cual dejare que ustedes piensen si es verdadera o falsa…

Yo me crie en un pueblito llamado Arrieta, solía salir de aventuras con mis primos,  yo mi hermano Jacob y mis dos primos Aco y David y nos creamos un grupo llamado “comando-soft” en esa época tendría yo unos 12 años…

Mi pueblo es un pueblo costero que esta junto al mar, las casas se fueron construyendo, bordeando la marea, antiguamente era un pueblo donde todos los habitantes se dedicaban a la pesca, bueno aún siguen dedicándose a la pesca.

La primera aventura que hicimos fue a unos riscos, están al terminar una playa llamada la garita, y fue donde todo comenzó a resultarme extraño.

Recuerdo el día anterior David mi primo que era el jefe y que siempre nos metía en líos, nos reunimos en su casa, David vivía en la ciudad de Arrecife que estaba a 25 kilómetros y solía venir los fines de semanas con su madre, al pueblo de Arrieta. Siempre hacíamos cosas, nos metíamos en casas abandonadas de noche, jugábamos al escondite, en fin juegos de niños. Ese día decidió, que por la mañana temprano, preparáramos las cosas y fuéramos a investigar los riscos. Toda esa obsesión fue por que escucho hablar a su padre de que vieron unos muñecos con los que se hacían vudú antiguamente. El padre solía ir a pescar con el mío a los riscos, estaba como a 10 kilómetros del pueblo.

Por la mañana temprano, mi madre no le gustaba que fuera a ciertos sitios, y menos aún a unos riscos, donde está lleno de rocas y un resbalón que te dieras podrías hacerte muchísimo daño. Le dijimos que íbamos a la montaña y llegaríamos por la tarde.

Desperté a mi hermano Jacob y mientras él se preparaba  fui a casa de mis primos que su casa estaba pegada a la mía.  Aco mi otro primo estaba preparando las pistolas, las escondía el en su casa, porque su abuela tenía un garaje y pues tenía un buen escondite. Teníamos  4 pistolas de aire comprimido, era por precaución por si nos salía algún perro peligroso, a algún otro peligro.

Después de un rato con ellos, revisamos que tuviéramos todo lo necesario, cuerdas agua, todo lo necesario para una aventura. Mi primo Aco era muy organizado y tenía una lista que revisábamos siempre antes de salir, todo muy profesional.

Nos despedimos de la familia, y empezábamos la aventura, a mitad de camino Jacob mi hermano se resbalo y  se desparramaron por el suelo unos hierros que eran la base de las tiendas de campaña, era el que más peso llevaba, y se cabreo negándose a cargar con todos los trastos, entonces al estar a medio camino, ya faltaba 4 kilómetros para llegar a la playa donde estaba el risco, lo escondimos bajo un árbol, no teníamos problemas de que nos lo robaran, porque por esa zona no solía pasar gente. Y aparte no necesitaríamos la tienda de campaña ya que son todo acantilados de piedra.

Por fin lleguemos a la playa, y descansemos unos minutos, la marea estaba bajando y es importante porque si sube la marea,  y nos pilla dentro, nos podríamos quedar atrapados.

Nos fuimos adentrando por los riscos, y a mitad de camino, vimos 2 muñecos de vudú, pero eran extraños eran completamente rojos, del color rojo sangre, eran como robots de madera y estaban encima de una roca, la roca era completamente cuadrada, muy raro ya me empezó a parecer todo. Aco David y Jacob estuvieron bromeando, como hablando con los muñecos, hasta que como siempre mí primo David le empezó a tirar piedras, y quería romperlos.

Una de las piedras que tiro le dio al muñeco, y le rompió la cabeza, y en ese momento empezaron a salir de la cabeza del muñeco, como polvo, como si fuera una bomba de humo, pero en polvo. Mis dos primos y mi hermano empezaron a toser, yo rápidamente moje un pañuelo que tenía y me tape la boca y nariz para no respirar ese polvo. Mis primos y mi hermano se empezaron a sentirse cansados, decían ese polvo debe estar contaminado o algo y simplemente se quedaron sentados con los ojos abiertos y mirando a los muñecos. Yo les gritaba que nos fuéramos que se levantaran, que teníamos que volver, por que la marea estaba empezando a subir y corríamos el riesgo de quedarnos atrapados.

Ellos no me hablaban solo se quedaron sentados mirando los muñecos, entonces cuando los muñecos dejaron de soltar ese polvo, me acerque y los tire al mar. Pero nada, mis primos y mi hermanos seguían sentados y mirando a la roca cuadrada donde estaban los muñecos. Me acerque a mi hermano y le agarre fuerte por los brazos y moviéndole bruscamente, y fue cuando, de repente empezaron a decir, que hay una especie de grieta detrás de la roca, y decían que teníamos que entrar. La verdad no recuerdo ver esa grieta, quizás me concentraría mirando a los muñecos, de todas formas era una grieta muy fina imposible entrar por ella. Estaba buscando en la mochila una linterna para ver mejor de que se trataba, cuando David se sienta encima de la roca cuadrada, y se oyó un ruido como si se cayera una cadena, y la grieta se abrió más.

"EL PACTO DE LÁZARO"


Historia escrita por - Fernando Solano

- ¡Lázaro, ya levántate! - exclamó mi madre con un grito que llegaba hasta la calle.
- ¡Ya voy! - respondí.

Pero bueno, no sé porque mi madre insiste tanto en que yo vaya a la iglesia, no comprendo esa necedad por parte de los padres de tener que acudir a un lugar donde según es la casa de un dios todo poderoso que creo la tierra y todas las cosas que habitan en ella, incluyéndonos. El punto es, ¿por qué se aferran nuestras madres en acudir a dicho lugar?...

- ¿A qué hora Lázaro?, ¿crees que tengo tu tiempo? - decía mi mamá con un tono de molestia.
-  ¡Ya, ya, ya... vámonos! - le decía a mi mamá mientras caminábamos hacía la iglesia.

Bueno, ya estamos aquí en la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, lo único bueno, son las nieves de don Francisco, son riquísimas, creo que lo compensa la levantada de mi cama en domingo.

Volteó y me pregunto ¿qué hace toda esta gente repitiendo oraciones y cantándole a un personaje ficticio?, ¿Cómo es posible que se dejen manipular tan fácilmente?. La verdad es que la iglesia es fantástica, tiene muchos detalles bastante hermosos, pues como no, con todas las limosnas que recaudan de lunes a domingo se puede juntar bastante dinero como para poner cinco iglesias más.
El punto es que no creo ni en dios, ni en el famoso satanás, o como mi abuela lo llama: Lucifer. Se me hace tan patético que la gente pueda creer y temer a estos personajes tan falsos, pero bueno, cada quién es libre de creer lo que se le dé la gana.

- ¡Lázaro! - me dice mi madre, con un tono de murmullo:
Requiero que pases a recoger unos papeles  a la casa de tu abuela, ahorita que salgamos de misa.
- Esta bien - le respondí.

No sé por qué, pero la calle de mi abuela me pone un poco nervioso, sobre todo por la casa de a lado, esa vieja propiedad me causa bastante intriga. Su energía que emana me pone un poco mal, sus paredes grises y viejas me hacen tener pesadillas en las noches más tormentosas. Recuerdo que cuando era más chico, escuchaba historias un poco macabras acerca de su dueño. Lo poco que sé es que el propietario es un viejo veterano de guerra, que cuando regreso de pelear del centro de África, no volvió a ser el mismo, bueno eso dicen sus vecinos, sobre todo mi abuela.

- Toc, toc...
- ¿Quién es? - exclamaba una voz un poco cansada.
- Soy yo abuela, Lázaro. Vine a recoger unos papeles de mi mamá - le respondí.
- Pásale, hijo. Iré a buscar los papeles. ¿No quieres un vaso de té helado antes de irte?.
- ¡Gracias abuela!, pero tengo un poco de prisa. En ese momento no me quede con la duda y le pregunte: Abuela, ¿qué sabes del señor de la casa gris?
- Pues no mucho, hijo. Solo sé que es un viejo soldado que regresó, la verdad es que no tiene familiares, vive solo, muy pocas veces lo he visto salir, cuando sale, siempre se cubre con una capucha negra, como si no quisiera que le diera el sol. Pero, repito... solo lo he visto un par de veces, es muy reservado, y al parecer no le habla a nadie.
- ¿Qué antipático, no crees abuela?.
- Hijo, no lo podemos juzgar. Aparte recuerda que es una persona mayor, no tiene familia y aparte viene de la guerra, la guerra cambia a las personas.

Después de unos minutos mi abuela me dio los papeles, y salí de su cálida casa. Cuando iba pasando en frente de la casa gris, me pude dar cuenta que se movía la cortina de una de las ventanas que daban hacía la calle. En ese momento mi cuerpo se puso helado, como si una horrible tormenta de nieve me hubiera alcanzado. Cundo me di media vuelta me percate que una persona me pedía ayuda.

- ¡Auxilio, auxilio...!, que alguien me ayude - exclamaba una persona con una voz ronca al interior de la casa gris.

Cuando entré, me percaté que había un anciano de estatura pequeña, se encontraba tirado a un lado de una vieja mecedora.

- ¿Está bien, señor? - le preguntaba mientras lo ayudaba a levantar.
- SI, gracias por acudir a mi auxilio - me respondía con una sonrisa un tanto macabra.

Cuando lo coloque cerca de la ventana, pude ver su aspecto, el cual me estremeció. La piel de su rostro era pálida y azulada, como si no le hubiera dado la luz en meses, tenía el cabello blanco (el cual solo cubría algunas partes pequeñas de su cabeza), tenía una pequeña barba de chivo, pero sobre todo, lo que realmente me asustó fue su mirada penetrante y llena de maldad, eso ojos jamás los olvidaré, eran pequeños, de color amarillento, como si fueran dos canicas. Me quede petrificado...

- ¿Todo bien?.
- Si, todo bien.
- Te pregunto porque parece como si hubieras visto al mismísimo diablo en persona - me lo mencionaba el anciano con una sonrisa un tanto burlona.
- No señor, para nada. Todo bien, lo que pasa es que me sorprendió verlo tirado y darme cuenta que nadie estaba cerca para ayudarlo.
- No hay nadie, porque vivo solo. ¿Cómo te llamas muchacho?
- Lázaro, señor.
- Mucho gusto Lázaro, mi nombre es Lucio. Por cierto te agradezco mucho por tu ayuda.
- No hay que agradecer - le respondía con un poco de prisa.
- Lo siento, me tengo que ir. Que tenga usted un excelente día y tenga mucho cuidado - me encaminaba a  la salida, al mismo momento que me despedía.
- Hasta luego, Lázaro. Ya nos veremos más adelante - me despedía mientras una carcajada tenebrosa salía de su boca seca y pálida.

 Esa misma noche me encontraba pensando en lo que había sucedido, en la situación del anciano, pero sobre todo en el aspecto que tenía. Eran las 12:00 de la noche y no podía dormir, al recordar al anciano me causaba una sensación de miedo y ansiedad, tuve que tomar una pastilla para poder dormir. Esto no era normal.

Al día siguiente me preparaba para ir a la universidad, y seguía pensando lo ocurrido el día de ayer.

- ¡Lázaro! - gritaba mi madre.
- ¿Ahora qué mamá?.
- Estos no son los papeles que te pedí, saliendo de la universidad, quiero que pases de nuevo con tu abuela, y me los traigas - me decía mi mamá mientras yo hacía muecas de enojo y frustración.

Ya en la universidad...

- Oye, Lázaro. ¿Vas a ir a la casa de Michelle esta tarde? - me preguntaba mi amigo Roberto cuando salíamos de la clase de filosofía.
- No puedo, Roberto. Tengo que ir por unos papeles a la casa de mi abuela.
- ¿Te vas a perder la reunión?. Michelle va a estar esperándote.
- Lo sé, pero mi mamá me lo pidió. Voy hacer todo lo posible por llegar más tarde.

Llegando a la casa de la abuela, me encontraba con una nota de ella que decía:

"Lázaro, hijo... regreso a las tres de la tarde,  no te muevas de ahí. Besos, tu abuela Gloria.”

- Perfecto, ahora a esperar. ¿Así o más aburrido? - gritaba con enojo mientras pateaba una lata de refresco que se encontraba en la entrada del  pórtico de mi queridísima abuela.

De repente me di cuenta que la puerta de la casa de al lado estaba abierta. En eso me entro un momento de curiosidad, pero a la vez de miedo, sin embargo, no lo pensé más y entre, fue como si una fuerza de atracción tuviera poder sobre mí. Ya estando adentro me di cuenta que la casa estaba vacía, que lo único que había era la mecedora vieja del otro día, en medio de un símbolo muy extraño. La situación empezó a ponerse un poco tenebrosa ya que no había nadie. La casa estaba con poca luz, había un olor peculiar, una combinación de huevos podridos y humedad; de pronto...

El Arbol Negro


Jessica formaba parte de la tercera generación de Belteré, y recordaba perfectamente el día en que habían cerrado la central térmica. Durante años, la central había resistido los envites de la prensa y las asociaciones medioambientales que estaban en contra de sus agentes contaminantes vertidos a los cielos, los filtros de las chimeneas en mal estado y un sin fin de normas de seguridad violadas por la compañía. Pero la mañana en que el roble de la plaza de la iglesia apareció teñido por completo de negro, y su subsiguiente revuelo viral en la red, fue el último golpe de gracia necesario para que el mundo entero se le viniera encima. Irónicamente, el fin de la central térmica fue también el final de la expansión de la ciudad. Jessica lo recordaba, y también recordaba que aquel árbol le parecía el más bello que jamás hubiera visto. Muchas noches de otoño se escapaba con su sudadera negra vieja y sus cascos, a escuchar música apoyada contra su negra corteza, con las ramas negras como el carbón bailando sobre su cabeza, dejando ver entre medias alguna estrella lejana.

Jessica había vuelto a la ciudad escapando de los problemas, nada raro o excepcional.
Se había divorciado, la habían despedido, y al pasear entre los viejos postes de teléfono de los alrededores de la ciudad rumbo a casa de sus padres, se recordaba a sí misma hacía cinco años. Recordaba todos sus sueños, sueños que aún poseía, pero que había ahogado con una huida prematura y una boda prematura. Siempre había huido, incluso por las noches huía cuando se dirigía al árbol negro.

Llegó hasta la entrada de su antigua casa. Dentro la estaban esperaban para cenar, pero decidió huir una última vez. Se soltó la melena negra, se ajustó la sudadera, se colocó los cascos, deslizó su dedo hasta la pestaña que ponía “reproducir” en la pista de audio que llevaba por nombre “rock-árbol-negro”, y se dirigió a la plaza de la iglesia. Las calles estaban desiertas, pues los martes a las once apenas había ya movimiento salvo el de algún camarero guardando las mesas y sillas de las terrazas. Era otoño, las avenidas estaban desiertas, y el aire era frío, pero no demasiado, lo suficiente para ser disfrutado. Jessica sonrió, siempre le gustó imaginarse así, por la calle, con su sudadera y música al borde del fin del mundo. Con tales pensamientos, Jessica se topó de frente con el árbol negro. Se colocó la capucha y se sentó apoyando el cuerpo contra la corteza negra. El árbol seguía igual de negro, ni siquiera había perdido las hojas como era lo natural en aquella estación. Miró por entre las ramas, pero el cielo estaba nublado y no se veían las estrellas. La música cesó, pero sólo porque la estaban llamando desde casa. Desvió la llamada, y la música continuó. Vio a lo lejos que la niebla comenzaba a descender sobre la ciudad.

Es perfecto-pensó Jessica.

Otoño, frío, niebla, su música, su sudadera y su árbol negro, pues aquel árbol era para ella, suyo. Y en parte, a ella le gustaba pensar que también era de él.

Ya no había camareros recogiendo, ni maridos con cara de resignación paseando perros diminutos. Estaba sola y la niebla ya estaba sobre ella, la rodeaba sobre aquel islote de negrura sólida que era el árbol. Miró a los lados y únicamente veía niebla, pero al mirar de frente, se le heló la espalda, había una silueta humana entre la niebla, frente a ella.
Sólo estará mirando el árbol- pensó.

Pero de pronto, aquella figura negra se hizo más grande. Se estaba acercando, corriendo muy rápido, aunque correr no sería la palabra adecuada, ya que sus movimientos se desarrollaban como si sus articulaciones estuvieran atrofiadas, y si con cada zancada todo sucediera a modo de diapositiva. Pero cuando ya casi estaba sobre ella, aquella sombra chilló haciendo que los tímpanos de Jessica rechinaran. Se levantó del suelo jadeando con la mano en el corazón, sudando y con los ojos muy abiertos. Sus cascos colgaban sobre su sudadera con la música sonando. Miró a ambos lados, y vio alguna sombra más como la otra, moviéndose alrededor del árbol.

Mi chica


Su nombre es Jessica. Tiene veintiséis años, y es mi chica. Nunca había creído en el amor a primera vista hasta que la conocí. Fue un día lluvioso en septiembre del año pasado. Estaba sentándome en la parada del autobús, esperando que la lluvia parara para continuar mi caminata al apartamento, cuando se sentó en la banca a mi lado con su periódico.

No pude evitar mirarla por un momento demasiado largo. Creo que sintió que estaba mirándola, porque me miró con sus grandes ojos azules y su pelo oscuro cayendo en su cara. Me enamoré de ella inmediatamente. Hablamos por un rato; se veía nerviosa porque su autobús estaba atrasado. Finalmente llegó diez minutos después, y me metí en él con ella para que pudiéramos continuar nuestra conversación. Nos llevamos bien rápido. La vi bajarse en su parada, caminar a su casa y entrar. Luego caminé al apartamento con mariposas en mi estómago.

Me mudé con Jessica unos dos meses después de conocernos. Ambos éramos tan felices. Ella solía cantar tan hermosamente cuando se preparaba para el trabajo en las mañanas, cuando cocinaba la cena, cuando llegaba a casa, cuando se preparaba para ir a dormir. Sentía mariposas de nuevo cuando sonreía. Nunca imaginé que podría ser tan feliz.

Hacíamos todo juntos. Íbamos al cine, corríamos en el parque y amaba mirarla jugar videojuegos. Nunca había sido un fanático, pero mirarla jugar siempre era tan divertido. La vida se veía tan perfecta.

Así fue hasta que su madre falleció tres meses después de que me mudé. Jessica empezó a aislarse luego de eso. Se volvió tan deprimida que pasaba días en su casa sin moverse, sin dormir. Cuando dormía, gemía suavemente y balbuceaba cosas sin sentido, despertándose en pánico. Nuestra casa ya no contaba con el eco de su hermosa voz. Fue reemplazada con los sonidos de su llanto, desde lloriqueos gentiles hasta horas de sollozos altos. Su dolor podía escucharse desde cada cuarto de la casa. Casi nunca se iba, y sus amigas dejaron de venir; se negaba a abrir la puerta cuando tocaban. Se encerró en la habitación. Me daba tanto miedo dejarla sola que llamé a mi jefe y renuncié. Nunca le conté, pero nunca preguntó.

Me sentí tan atrapado. No podía irme. No podía comer. Dormía cuatro horas por noche con suerte. Demonios, si tenía que ir al baño, lo aguantaba hasta tener miedo de hacerme encima. Si no estoy mirándola, ella quizá… No quiero pensar en lo que pueda hacer. Trato de seguir con la vida y tener una actitud positiva. Vivo con el amor de mi vida, y cuando duerme, me levanto para acurrucarme en la cama con ella y sostener su mano mientras la abrazo, esperando que mi tacto quizá la reconforte.

El tratamiento para perder peso más increíble DEL MUNDO!!!

ADVERTENCIA: Lo Que Se Publica En Esta Pagina, Tiene El Fin De Entretenimiento.
NO! Se Recomienda Recrear (Hacer) Ninguno De Los ''Rituales'' Que Se Encuentran En Este Sitio.
ATTE: Kevin Mendoza

Bien, esto es más que todo para las damas, porque estamos llegando a la primavera y la primavera es temporada de dieta porque solo quedan unos meses para el verano. Tropecé en esto mientras que hacía el trabajo para mi curso de la biología y en parte haciendo la investigación en internet y aunque era muy cansado me funciono como si fuera magia.

Un poco de trasfondo: era rellenita desde que estaba en la escuela secundaria. no masivamente obsesa, pero definitivamente tenia más de 5 o 10 libras de sobrepeso. Aparte de eso no era fea ni nada, y me podía arreglar bien si quería, pero con ese peso adicional era muy difícil conseguir una cita, y eso no me agradaba mucho que digamos. Me gusta ir de fiesta, me gusta salir y divertirme y estar cerca de la gente, y mi cuerpo realmente me limitaba, y tienes que creerme cuando digo que lo intente todo, dietas sin carbohidratos, solo frutas, veganismo, también hice unas cosas innecesariamente peligrosas como el mastica y escupe (nunca me pude obligar a vomitar) o simplemente matarme de hambre, nada de eso funciono nunca.

De vuelta al presente, estoy en la universidad, y estamos viendo una unidad breve sobre parásitos, se exactamente lo que están pensando, y si, lo admito: el segundo en el que descubrí que podías usar parásitos, como, lombrices solitarias y eso, en forma de una medida para perder peso, me puse a investigar de inmediato.

La cosa es que, en realidad no es tan peligroso como dicen que es?

Leí muchos foros, y parece que solo hay dos tipos de complicaciones con las que las personas terminaron, o sobre compensaban por lo que perdían y terminaban ganando peso al final, o se lo dejaban por mucho tiempo y hacia una salida por su propia cuenta y terminaban teniendo que ir al hospital, me tomo mucho estudio y mucha planificación cuidadosa, pero eventualmente más o menos entendí como era que podías lograr un punto medio y no cagarla mucho, el truco parecía ser matar de hambre al pequeño desgraciado, pérdida de peso máxima, pues estarías quemando grasa, y (con suerte) ninguna de las complicaciones.

Me doy cuenta de lo mal que suena, en serio lo sé, aguanten un poco!

Parece ser que no puedes COMPRAR parásitos para infectarte con ellos en Amazon, ese fue mi primer contratiempo, me tomo un par de semanas, y al final tuve que publicar un anuncio en craigslist antes de que tuviera alguna pista en lo absoluto, cuando al fin picaron el anzuelo, tuve que reunirme con este tipo en un motel asqueroso en el centro para cerrar el trato, me los lleve de ahí mismo, es definitivamente raro pensar que te estas introduciendo intencionalmente un parasito como una lombriz solitaria en tu cuerpo, raro y me dio todo tipo de asco al comienzo, pero lo superas eventualmente.

Ayudo que el tipo al que se lo compre era muy agradecido y entusiasta, algo pervertido, pero ya me lo esperaba de craigslist.

Termine teniendo que volver con el dos veces más por dos meses, parece ser que a veces tu cuerpo combate una infestación como esa, luego del tercer intento al fin funciono, lo sé porque me estaba haciendo pruebas obsesivamente que estaba (lo admito) robando de mi laboratorio de biología, para entonces ya habíamos terminado la unidad sobre los parásitos, así que nadie nunca sabría que hacían falta.

Así que cuando empieza la pérdida de peso mágica? no es DE INMEDIATO, toma un tiempo para que tu nuevo amigo se acomode y te empiece a robar los nutrientes, te VAN a dar nauseas, no se puede evitar, al principio las mías eran tan malas que empecé a dejar un bote de basura al lado de mi cama para que en la mañana pudiera rodar al costado y vaciar mi estómago ahí mismo.

Pero pasa, luego de unas semanas!

Los Errantes

Goler y Belgor eran errantes, guerreros profesionales expertos en la lucha contra criaturas no-muertas. Nunca eran recibidos con alegría en las aldeas o ciudades donde trabajaban, pues su llegada siempre significaba problemas. Pero eran necesarios, y las personas los toleraban, sobre todo porque los errantes gozaban de inmunidad y protección del rey y de todos sus vasallos.

En aquellos días, Goler y Belgor habían sido enviados a una villa llamada Villaespino. Dicha villa era propiedad de un señor muy poderoso, lo suficiente como para costear el trabajo de dos errantes. Las calles de Villaespino habían sido regadas con la sangre de muchos de sus habitantes, todos varones, adultos y sanos. Sus cuerpos siempre aparecían al amanecer en alguna plaza concurrida, con las vísceras colgando y el cuello completamente abierto. Los dos errantes tenían claro quién era el culpable, todo apuntaba a un súcubo, un tipo de demonio bastante común en los grandes centros de población; y el que las victimas fueran solo hombres y que se hubiera licuado toda su sangre, encajaba a la perfección con su modo de cazar.

Cuando llegaron a la villa, las calles estaban vacías, solo se dejaba ver el humo de alguna chimenea distante, o la luz tenue de una vela proveniente de alguna habitación. Fueron directos a la posada El Ciervo Feliz. Ya los estaban esperabando; tenían ordenes de concederles asilo con todos los gastos pagados, cosa que no agradaba al obeso posadero y su casi adolescente esposa.

Goler era mayor que belgor, hacía tiempo que había pasado los 40, su vientre era más grueso, su pelo ya escaseaba, pero su mirada seguía igual de dura, al igual que sus ojos azules, frios e inquisitoriales. Belgor por el contrario contaba con 20 años menos, era su segunda misión, sus ojos eran más inquietos, aunque a ojos inexpertos parecerían seguros y tranquilos; era alto, de constitución atlética, rasgos agradables y ojos marrones.

Goler se acercó al posadero y le pidió la cena.

     -Espera sentado en la mesa y vigila quién entra y quién sale -le dijo Goler con aire sombrío a su joven compañero.

Belgor asintió y se dirigió a la mesa no sin antes recorrer con sus ojos el cuerpo de la esposa del posadero, una pelirroja de amplias curvas y busto generoso. El posadero gruñó muy alto, tanto, que hasta le temblaron los bigotes. Goler le lanzó una mirada gélida a sus compañero, y finalmente se sentó en una mesa destartalada cerca de la chimenea central. Belgor se quedó sentado fingiendo que aseguraba las correas de su armadura negra de cuero reforzado, no sin dirigir alguna que otra mirada a la pelirroja. Goler suspiró y llevó hasta la mesa una bandeja con dos codornices asadas, caldo aguado con huesos de pollo, pan duro, y queso más duro aún. Para ellos aquello era un manjar, pues el camino siempre era duro y escaso en privilegios.

     -No deberías haberla mirado así, no queremos problemas -recriminó Goler a su joven compañero.

    -No hice nada malo, es la primera mujer joven y bella que no intenta destriparme desde hace mucho tiempo.

     -Te entiendo, pero entiende por qué estás tú aquí. Cada segundo que pasa es más probable que estemos cerca del súcubo. A estas alturas ya sabrá que estamos en Villaespino, y en cualquier momento tendremos sobre nosotros a un monstruo rabioso, aunque sin apetito, pues lleva mucho tiempo comiendo de la cocina local, cosa rara ya que no suelen arriesgarse a acunmular tantas víctimas en un solo lugar.

     -Nos ha tocado el súcubo imbécil.

     -Es un monstruo, un monstruo que te puede destripar con un sencillo giro de muñeca.

Belgor asintió mansamente y comenzó a comer con ganas. Goler barrió una última vez con la mirada la posada y acometió con ímpetu su propio plato.

Al terminar se despidieron del posadero y subieron a la habitación más amplia de que disponían. Era grande, con cuatro camas, y altos ventanales. Dejaron solo una vela encendida. Goler hizo la primera guardia.

AL FINAL DE LA CALLE



Sara era una mujer de rituales, rituales para dormir, rituales para comer, rituales para fumar, rituales para escribir, rituales para follar...

Antes de encender el portátil y comenzar a escribir sus dos horas rutinarias y nocturnas, cogía un cigarrillo rubio y lo hacia girar sobre sus dedos hasta 12 veces. Llevaba 2 semanas estancada con un cuento que se llamaba “Al Final de la Calle”, 5 minutos antes de que terminaran las 2 horas reglamentarias llevaba escrito esto:

“Laura llevaba 2 meses estancada con el cuento, no recordaba por qué había comenzado a escribirlo, cuál había sido su inspiración, o por qué de manera insidiosa y vírica había comenzado a infectar cada rincón de su cerebro haciendo que se obsesionara con él”

Sara suspiró de frustración, entendía perfectamente a Laura, ¿o era al revés?. La cabeza le daba vueltas, se encendió el cigarro rutinario al terminar sus dos horas de escritura y luego se abrió una cerveza, algo que no entraba dentro de sus rutinas nocturnas, pero sentía en las tripas que necesitaba una. Hacía un bochorno insoportable, abrió la  ventana y bajó la persiana lo justo para dejar una rendija por la que corriera el aire. Se quitó la ropa, todo menos las bragas, y se dejó caer a peso muerto sobre la cama. Le costó dormirse por el calor, pero finalmente lo logró.

La pesadilla sobrevino de repente a traición como suelen hacerlo, no había monstruos, ni muertes, incluso podría decirse que era de bajo presupuesto, pero el terror retumbaba en su pecho y frente, y el agobio y la tensión eran insufribles. Se vio a sí misma en su propia calle, una calle que no tiene salida por uno de sus lados, terminando de manera abrupta en un muro de piedra de hacía 50 años, una época en que la gente de manera ingenua creía que en el año 2000 viviríamos en Marte teniendo hijos marcianitos y bodas marcianitas. A la derecha del muro, como en el de la vida real, Sara vio la puerta de metal oxidado que daba a un solar cubierto de musgo, repleto de somieres mugrientos y  cristales rotos. Abrió la puerta, aunque no tenía consciencia de que fuera ella quien lo hiciera. Al entrar en el solar, no pudo contenerse, sintió el tibio y resbaladizo abrazo de la orina al deslizarse por sus muslos desnudos al ver una mujer con la falda subida, las rodillas destrozadas, la cara ladeada como inconsciente...aunque no, Sara sabía de alguna manera que aquella mujer estaba muerta y sobre ella una hombre la violaba, o terminaba de violarla. El hombre pareció que veía a Sara  pero no se detuvo. Sara se desvaneció de la  extenuación, rezando, aunque no creía en nada salvo en sus rituales, para que se despertara y no saltara como en otras ocasiones a otra pesadilla. Pero al despertar seguía en la pesadilla, el mismo solar aunque en él solo estaba ella. Amanecía, el frío de la mañana le subía por las piernas, y respigaba su tripa. No, no era otra pesadilla, era el solar, era el final de su calle, y el miedo dio paso al rubor y la vergüenza. Miró por la puerta que daba a la calle, y vio que estaba desierta, recordó que era domingo, nadie madrugaría y menos tan temprano, corrió acera arriba sin pensar en si alguien la habría visto. Sobre la planta de sus doloridos pies sintió cada gota, humedad, oquedad, colilla y chicle solidificado. El portal estaba abierto y también la puerta de su casa. Desde que era una cría no había tenido ningún terror nocturno que le hiciera caminar sonámbula, y menos por la calle. Sara optó por la opción mas típicamente humana de todas, ocultar y enterrar. Llenó la bañera de agua caliente y se hizo un chocolate. Se hundió hasta la nariz, la temperatura ya era alta de por sí, pero con el calor del agua, la piel de Sara se cubrió de sudor, y el sueño llegó como un ensalmo, pero se pasó una mano por la cara, apuró el chocolate, y salió del agua, se secó por encima y fue directa al portátil.

Sé que estás despierto


El chico sabe que si da la más mínima señal de que está despierto, estará perdido. Sabe que si eso se da cuenta de que él lo ha oído todo, morirá. El muchacho está tenso, arropado con su manta hasta la cabeza, exhalando aire caliente y húmedo que se acumula en el espacio que ha creado la sábana. Necesita aire fresco, pero el más leve movimiento lo delataría. Su padre y su madre lo miran fijamente, sin parpadear.

Horas antes, el muchacho apenas se había acostado. Había sido un día bastante largo: tres exámenes en tres horas, pruebas en gimnasia y, además, entrenamiento de fútbol. Todo eso lo había dejado molido. Al otro lado de la pared, sus padres veían un reality show bastante cutre. Después de mentalizarse, se durmió.

Un ruido leve lo desveló a media noche; estaba confuso y desorientado. Seguía escuchando el ruido, el cual parecía provenir del salón. Poco a poca abrió la puerta y caminó a través del oscuro pasadizo que llevaba al centro de la casa. El ruido se hacía cada vez más intenso y desagradable, similar al de los huesos al romperse. Lentamente, asomó la cabeza por la esquina. Horrorizado, descubrió el epicentro del ruido. Una masa de unos dos metros estaba de pie, inmóvil. En su mano se encontraba el cuerpo sin vida de su padre. Tenía el pecho perforado y las extremidades destrozadas. A sus pies, estaba el cadáver de su madre partida por la mitad. El muchacho sintió la necesidad de gritar, pero sabía que si lo hacía no iba a contarlo. Intentando no hacer mucho ruido, el chico volvió a la habitación y se acostó de nuevo. 

«Es todo un mal sueño», se decía a sí mismo. «Mañana todo volverá a la normalidad».

Aterrorizado, escuchó las fuertes pisadas del monstruo que acababa de asesinar a sus padres. Actuando por instinto, se tapó con la sábana y se hizo el dormido. Escuchaba cómo, poco a poco, esa cosa se acercaba. La tenue luz que ofrecía la luna le permitió ver lo que la figura hacía. Aquella cosa se quedó quieta al lado del mueble. Respiraba profunda y roncamente mientras miraba hacia la cama. El chico, haciendo un esfuerzo inhumano, contuvo sus ganas de gritar y de correr.

La sombra del Niño [Juego]


Alguna vez has deseado algo con todas tus fuerzas? Algo por lo que te atreverías a poner tu vida en riesgo? Si es asi estas en el sitio indicado.

Para jugar a La Sombra del Niño necesitarás una pelota, papel, lápiz y un teléfono.

Cuando el sol esté poniéndose tendrás que acercarte al parque mas cercano que encuentres y una vez allí deja el balón encima del tobogán. Deberás esperar mínimo hasta medianoche, así que asegurate de haber comido algo e ir descansado.

Una vez llegue la medianoche deberás evitar mirar en la dirección donde está el balón o él no aparecerá. Deberás fijar la vista en la parte del final del tobogán hasta que veas que el balón rueda hasta bajar por el tobogán. Sabrás que no ha sido el viento porque oirás que él se ríe.

En ese momento tendrás taparte los ojos y contar hasta que él vuelva a reir. Si has contado hasta cien y aún no lo escuchas vete, él no quiere jugar hoy. Normalmente a los diez segundos oirás la risa. Abre los ojos. Aparecerás delante de la entrada del parque, y delante de ti habrá un bosque que no estaba antes, no te asustes y sigue adelante.

Al rato de caminar deberás haberte encontrado balones por el camino. Ignoralos hasta que no encuentres el tuyo. Cuando estés seguro de que el balón que hay en el suelo es tuyo, cógelo. Debajo tendrá un número que deberás apuntar en tu papel. Si en algún momento de la prueba oyes un llanto, corre hacia la salida. Le has hecho llorar y si te encuentra no tendrá piedad contigo. Si consigues reunir tantos números como los que contaste al principio del juego felicidades, has avanzado una gran parte. Ahora viene lo difícil.

La Puerta Negra

Todos los días, Daniel llegaba a la misma hora a casa, a la misma hora encendía el televisor, y a la misma hora metía su cuerpo sudado y dolorido bajo el agua. Lo único que rompía su rutina desde hacía 3 semanas, eran sus nuevos vecinos, los cuales se habían mudado al apartamento de enfrente. Eran los vecinos perfectos, nunca hacían ruido, y lo mejor de todo, no lo molestaban para nada. El segundo sábado de su tercera semana de compartir rellano, un ruido como de arrastrar muebles hizo que se acercara a la mirilla. No era hombre que se inmiscuyera en los asuntos de los vecinos, pero el que fuera la primera vez en tres semanas que dieran señales de vida, fue suficiente para despertar su interés y querer conocer el aspecto de sus misteriosos vecinos. Al acercarse a la mirilla le sorprendió (en el peor sentido de la palabra) lo que vio. La puerta de sus vecinos antes blanca, ahora lucía completamente negra. Daniel se preguntó en qué momento la habrían pintado, porque cuando él llegó seguía igual que siempre, o quizás era que sencillamente no se había fijado. Pero lo que definitivamente hizo que sus ojos se agrandaran y no despegara su ganchuda nariz de la puerta, fue ver cómo llegaban dos personas, picaban a la puerta negra, esta se abría, y entraban sin emitir saludo o ruido alguno. Daniel era un tipo pragmático, de mente simple, y poco tendente a los devaneos místico/intelectuales, y mucho menos a los cotilleos de rellano, pero igualmente no podría quitarse en lo que quedaba de noche aquella imagen, pues aquellas personas, no es que fueran de negro vestidas, ni que su piel fuera morena,  simplemente no reflejaban ninguna clase de luz, era como si la luz no incidiera en sus cuerpos, y por si eso no fuera poco, del interior del apartamento vecino, todo era oscuridad salvo por una leve luz blanca e intermitente que llegaba de algún rincón indeterminado.

Al día siguiente la misma escena se repitió, otra pareja y la misma luz intermitente. Daniel, estaba contra todo pronóstico genético, asustado, pues se acababa de chocar de cara contra algo completamente anómalo e ilógico. No le hacía ninguna gracia compartir escalera con una puerta negra por la que entraba gente que luego no parecía salir. Daniel se preguntaba si el anciano casero sabía que sus inquilinos habían cambiado la puerta de color, pero en seguida barrió esos pensamientos de su cabeza, ya que al día siguiente tenía que madrugar, y la rutina seguiría su curso sin que nada se alterase. Pero la rutina nocturna también continuó, y el nerviosismo en Daniel también siguió un proceso de crecida exponencial según avanzaban los días.

El cuarto sábado se propuso salir y picar a sus vecinos, pero justo cuando iba a salir, y vio entrar de nuevo a otra pareja se detuvo en seco. Suspiró y volvió junto con la televisión y el sofá.

La noche transcurrió sin ningún contratiempo entre ronquido y ronquido, hasta que su corazón dio un vuelco. Alguien llamaba a la puerta, pero no con el timbre, sino golpeando a la puerta, pero lo que hizo que las manos se le helaran no fue tanto la llamada como el ruido, pues a parte de ser arrítmico parecía como si multitud de manos cerradas aporrearan la puerta de la calle. Se colocó la bata sin abrochar, se calzó las zapatillas, tragó saliva, hinchó el pecho y abrió la puerta sin mirar por la mirilla. Barrió lentamente con la mirada la escalera mientras se atragantaba con su propia saliva, y vio para aumento de su sudor frío, que el rellano estaba vacío. La puerta de sus vecinos estaba abierta con aquella luz blanca intermitente y débil.

Rojo cual rubí


Yo vivía al sur de California junto con mi adorada esposa Martha, 2 años menor que yo. Martha y yo nos conocimos en un viaje que tuve a Asia y desde ese momento quede hechizado por su belleza. Tenía unos preciosos ojos azules, una sonrisa tan blanca cual esmeraldas reluciendo, una piel clara y suave al contacto, era la mujer perfecta. 

Cumplíamos 3 años de noviazgo cuando decidimos juntarnos en matrimonio. Durante la celebración uno de los invitados le obsequio a Martha un collar de oro con un llamativo y grande rubí en forma de corazón, ella se vio muy asombrada por lo cual se lo puso de inmediato para lucirlo con su gran vestido blanco, pero… unos momentos después ella se dispuso a preguntarme de quien se trataba ese invitado ya que resultaba desconocido para ella. Lo describió como un hombre con facciones toscas, muy alto , con un traje de vestir y sombrero lo cual sonaba totalmente desconocido para mí , pues yo no conocía ni creía tener a un familiar o amigo con las características descritas anteriormente , por lo cual le pedí que me mostrara el lugar donde se encontraba ese extraño hombre pero extrañamente cuando nos dirigimos al lugar señalado por ella este había desaparecido en su totalidad lo cual nos causó una sensación de inseguridad a Martha y a mí , de igual forma continuamos con la celebración de todos modos hasta llegar a su término. Tiempo después los dos juntamos nuestros ahorros para así poder tener un hogar propio donde pudiéramos cumplir nuestros sueños de tener hijos y así ser una familia perfecta , pero … una sensación … una sensación de enojo y rabia se empezó a apoderar de mi unos meses después , no sabía de donde se originó exactamente , lo único que sabía era que no podía dejar de pensar en ese collar con ese gran rubí que colgaba de su cuello día a día , era como si esa pieza me hipnotizara cada vez que la veía y sentía un gran deseo a la vez de una furia desenfrenada por Martha Con forme paso el tiempo mi actitud fue cambiando con ella siendo cada vez más cortante y agresivo con ella , no lo entendía , yo la amaba demasiado para poder hacerle eso pero este pensamiento cambiaba al momento de estar cerca de ella. No encontraba una explicación cuerda que pudiera decirme porque me pasaba esto. Un día saliendo del trabajo acompañe a un amigo por unas copas pensando que esta sería una buena solución para poder omitir los pensamientos de Martha por un rato.

Estuvimos charlando un rato por lo que tome valor para contarle lo que estaba pasando , le platique como es que nuestra relación había cambiado tan drásticamente y como la trataba ahora , además de mencionarle la enfermiza adicción que había surgido en mi por ese rubí. Cesar (nombre de mi amigo) me menciono que quizás podría tener una relación el rubí con la actitud que fui tomando con Martha , que podría tener un hechizo o algo parecido, lo interrumpí diciéndole que esas eran ideas descabelladas , tome mis cosas y me fui argumentando que estaba cansado. Cesar se paró de su asiento y me grito a lo lejos

-¡Yo vi a ese hombre que se lo dio a Martha! Me detuve a escuchar esas últimas palabras, fruncí el ceño y me fui. Estaba caminando en la calle, eran la 1:30 de la mañana y debo admitir que estaba un poco ebrio pero podría jurar que lo que vi fue real Justo en la esquina de una calle se encontraba parado un hombre de aproximadamente un metro noventa, con un traje de vestir negro y un sombrero del mismo color, no podía verle la cara muy bien debido a la oscuridad de la noche, pero si pude ver claramente como este hacia una mueca de sonrisa en su rostro… una sonrisa macabra y llena de maldad que se dirigía hacia mí. 

Feto Asesino



Jaime miró por la ventana y vio que las luces de las farolas seguían iluminando una calle vacía. Se desabrochó el primer botón de la camisa, y se rascó la cara. Siempre le picaba mucho la cara cuando empezaba a salirle la barba. Llevaba dos días sin pasar una cuchilla por la cara. Abrió una cerveza y encendió la radio. Las noticias de las 9. Guerra, violencia en hogares e institutos, y una insultante cantidad de minutos dedicados al tiempo y a lo que piensan los ciudadanos de ese malévolo frente de aire invernal. Encendió el ordenador mientras en la tele seguían con una fascinante exposición de fotografías repletas de estampas hogareñas y pastelosas de los espectadores en paisajes cubiertos de nieve. Jaime era tendente a despistarse con la más mínima excusa que su mente percibiera en el ambiente, ya fuera real o imaginaria, y eso le llevaba pasando desde el parvulario, cosa que no le beneficiaba en absoluto ahora que tenía plazos de entrega que respetar y jefes con conexión directa a los chats de mensajería instantánea tan malogrados y tan dignos de película apocalíptica de serie b. Por esta serie de razones tan lógicas, el grito de un gato callejero hizo que se levantara del asiento y se dirigiera a la ventana. Era una práctica común en él, y siempre con el mismo resultado, pues nunca lograba encontrar al dueño del grito. Pero esta vez, para su sorpresa, sí se encontró con algo, aunque no con un gato, sino con una mujer vestida de chándal volviendo de la calle sin salida donde se encontraban los cubos de basura. Por norma general, Jaime no haría caso de tal escena, ya que poco tenía de interesante que alguien tirara la basura, aun cuado la cara de la mujer estaba pálida, y caminaba con las piernas desmesuradamente arqueadas...aunque bien mirado, la escena sí que era rara, y como ya dijimos, Jaime era alguien muy predispuesto a dejar las tareas en tiempo muerto y dedicarse a temas mucho más inmediatos y vulgares, como hurgar en los desperdicios de una mujer siniestra. Así que se reabrochó el último botón, bajó con cuidado las escaleras, observó que nadie paseaba por la calle, (aunque el único personaje raro de la calle en ese momento era él mismo) se paseó de manera casual, pero más casual hubiera sido, si se le hubiera ocurrido bajar con una bolsa de basura, algo que por supuesto se le ocurrió en ese instante e hizo que una punzada derribara los últimos ladrillos de su autoestima en esa gesta nocturna.

''Seré gilipollas...'', pensó, y no le faltaba razón.

Revelaciones


Gijón 20/8/2017 H: 22:00 / Duración grabación de la 01:58

Mi nombre es Lucas Álvarez Mayado y voy a dejar constancia en estas grabaciones de todo lo que me ocurra a partir de ahora. Son las diez de la noche, acabo de salir de la casa de mi made en Gijón. He ido a su casa porque me dejó un mensaje en el contestador de mi móvil diciéndome: “Ven a casa, tenemos que hablar, es muy importante”. Al llegar a su casa encontré una nota en papel sucio al lado de un cenicero cubierto de colillas. En la nota traía escrito: “He salido”. Pero la letra no es de mi madre. A los dos minutos de llegar me llama un número oculto. Era mi padre, hacía 20 años que no sabía nada de él. Me dice: “Ya sabes quién soy, ni se te ocurra llamar a la policía (dicho esto oigo los sollozos de dos mujeres, sus voces son las de mi madre Laura y mi esposa Inés, él sigue hablando) un día te dije que ojala algún día sintieras todo el dolor que tu madre y tú me habéis causado, pues bien, hoy es ese día ¿Recuerdas Villa Pedrosa? Seguro que sí. Aquí te esperamos, no tardes en llagar a la reunión familiar”. Villa Pedrosa es el pueblo donde solía veranear cuando era pequeño. Ahora estoy en el coche y me dirijo hacia allí. Cuando llegue volveré a grabar. Si me ocurriera algo espero que estas grabaciones lleguen a alguien. Iré guardando cada audio en un archivo digital online. Estoy muy nervioso…no sé que me encontraré allí.

Alrededores de Villa Pedrosa 20/8/2017 H: 23:35 / Duración de la grabación 00:45

Acabo de llegar a Villa Pedrosa. Hacía casi 30 años que no venía hasta aquí. El pueblo está completamente abandonado. Está todo comido por los árboles y la hierba, aunque parece que los árboles y toda la vegetación están podridos. Todo apesta. No he podido seguir en coche. Tendré que ir andando a partir de aquí. Recuerdo que la casa de mis abuelos está al final de la calle principal con una valla que rodea todo el terreno hasta la orilla del río.


Villa Pedrosa 20/8/2017 H: 23:55 / Duración de la grabación 00:40

Tengo que hablar muy bajo. Cuando llegué hasta la valla casi vomito y perdí tiempo en reponerme. La valla está oxidada y cubierta por bolsas de plástico con trozos de cosas dentro chorreando sangre. El olor es insoportable. El prado está lleno de cercos con formas extrañas hechas con lo que parecen ser barras de metal y huesos de animales. Vi salir del cobertizo del terreno de arriba a mi padre…casi no lo reconozco. Llevaba con él una bolsa como las de la valla, luego se fue hacia la parte de abajo que da al río. Ahora estoy en el garaje, intentaré entrar desde aquí a la casa.


Villa Pedrosa 21/8/2017 H: 01:30/ Duración de la grabación 01:00
 
Entré en la casa por la puerta del garaje que da al pasillo de la casa. Escuché ruido en el desván así que fui a la salita que es desde donde se puede acceder con una escalera plegable. Subí y me encontré…me encontré a mi madre en el suelo con los ojos quemados y el vientre cubierto por una sutura enorme. Inés estaba a su lado conmocionada, llena de moratones y herida en el tobillo derecho con marcas de mordedura. Me acerqué a mi madre, aunque ya lo sabía comprobé el pulso, estaba muerta. Oímos pasos en el salón y escuché a mi padre reírse y gritando “Feliz, familia feliz, ¡Me encanta todo esto!”. Ayudé a Inés para que saliera por la ventana que da al tejado. Cuando iba a salir yo, vi la cabeza de mi padre apareciendo por la trampilla, pero enseguida salí al tejado y cerré la ventana. Bajamos por el tejado del garaje y de ahí al suelo. Íbamos a salir por la puerta de la valla, pero mi padre salió por la puerta que comunica el pasillo con el garaje. Bajamos todo lo deprisa que pudimos al cobertizo de abajo en el río. Hay herramientas, cosas viejas que podemos usar, creo, para defendernos.

A los pies de tu cama

Recomendacion, leer de noche.



Hola, ¿cómo estás? ¿Sosegado y tranquilo? Pues… prepárate, porque hoy no es una de esas noches en las que crees que irán como las demás.

Posiblemente te dispongas a ir a la cama a sumergirte en tu propio mundo; meditar, relajarte… Hasta allí todo bien, pero ¿qué ocurriría si en lugar de sumergirte en tu propio mundo, te sumergieses en otros?

Quizás ya estés tumbado en tu cama, con la intención de escuchar la radio, como sueles hacer habitualmente. Posiblemente hayas tropezado con ese programa sobre misterio que tanto te cautiva; sin embargo, te muestras escéptico cuando te introducen en el mundo de los espíritus. ¿De verdad crees que todo es producto de nuestra imaginación? ¿Te atreverías a comprobar si eres tan escéptico como tú piensas?

Mira a tu alrededor. Supongo que te encuentras completamente a oscuras. ¡Ni se te ocurra encender la luz!, y si ya la tenías encendida… apágala. Vamos a comprobar hasta qué punto le eres fiel a tus creencias. Hagamos un trato: si eres capaz de no sentir miedo durante todo el relato, podrás ser libre y seguir sin creer en fantasmas, pero, de lo contrario, si en algún momento sientes que se te eriza el vello, tu pulso se acelera y un escalofrío invade tu cuerpo hasta el punto de quedarte totalmente inmóvil, amigo, entonces estarás condenado a creer en fantasmas para toda la vida. Te perseguirán allá donde vayas y no volverás a pensar como antes. ¿Te apetece que juguemos?

Con la luz apagada, relájate y déjate llevar por mi voz, esta voz que atrapa tu mente. Estás tranquilo, relajado, sumergido en unos profundos pensamientos. La temperatura es agradable, ni frío, ni calor. Todo parece transcurrir con normalidad, ¡o eso crees!…

Mira hacia los pies de tu cama. Allí no hay nadie, pero… ¿no has sentido alguna vez la sensación de que alguien o algo te está observando fijamente con la intención de violentar tu tranquilidad? ¿Verdad que tienes el presentimiento de que algo está a punto de ocurrirte… y no precisamente agradable?

No apartes la vista de allí. Observa durante unos momentos esa parte de tu cama. Quizás comiences viendo sus pequeñas manos, que se van apoyando a tus pies, unas manos blancas, muy pálidas y huesudas que se agarran a la cama con la intención de incorporarse. Luego distingues lo que parece ser una cabellera negra… ¿Qué será? O mejor dicho, ¿quién será?… Imagínate sus ojos completamente blancos que te examinan fijando su mirada amenazante en la tuya, consiguiendo que empieces a sentir verdadero pánico. ¡Sí!, ¡está sucediendo, no es tu imaginación! Ni se trata de un sueño. La angustia y el terror se están apoderando de tu mente y no eres capaz de dominar la situación. Te preguntas qué está ocurriendo. No logras entender qué puede ser aquello; tu inquietud te lleva a volver a observar lo inexplicable.

Delincuencia

ADVERTENCIA: Lo Que Se Publica En Esta Pagina, Tiene El Fin De Entretenimiento.
La sigiente historia no se recomienda leer para personas moralistas o de mentes debiles.
Contiene descripciones graficas y sexuales, No nos hacemos responsables por daños mentales.



Hace como siete años me llegó este mail, que la verdad me dejó muy mal, puesto que las cosas con la inseguridad en el país empezaban a ponerse peor de lo que estaban antes, y la violencia no ha parado de crecer. En lo personal, al momento de leerlo lo creí por completo, porque vivo en México y he escuchado testimonios de personas cercanas que no se alejan mucho de esta historia. Cuando esto alcanzó grandes proporciones algunos medios locales realizaron supuestas investigaciones, descartando la veracidad de los hechos aquí descritos. Bueno, en su momento causó mucho revuelo y especulación, y al final la gente no supo si era cierto o no, porque ¿acaso los medios no podían estar también comprados o amenazados? ¿No tendrán los medios o estas mafias la capacidad de fabricar o desaparecer evidencia y testigos?

Dejo a su criterio el creerlo o no, pero lo que sí sé es que, si las cosas no sucedieron tal cual se describen aquí, sucesos como estos sí pasan todos los días y no sólo en mi país, sino que en muchas partes del mundo.

A continuación lo transcribo tal cual lo copié del mail.

ALERTA CIUDAD DE PUEBLA!!!

Por medio de este e-mail queremos contar a todos los poblanos lo que nos sucedió en la FAYUCA que esta junto a la CAPU (Central de Autobuses de Puebla).

El día 18 de febrero del 2006, Miguel Ángel Montes Peralta, Mariana González Blok (novia de Miguel Ángel) y (yo) Agustín Montero de la Fuente fuimos a la fayuca con la intención de comprar un Xbox 360, pues nos habían dicho que era posible que ahí lo encontráramos mas barato.

Llegamos al primer estacionamiento de la fayuca a las 10:30 am aproximadamente y estaba lleno por lo cual nos dispusimos a pasar al segundo que esta más atrás y en un segundo piso. Nos bajamos y regresamos por un acceso a la fayuca para buscar algún puesto donde comprar el videojuego.

Mientras buscábamos, un individuo se acerco a nosotros y pregunto que estábamos buscando, a lo que le contestamos que un xbox 360, e inmediatamente nos dijo síganme yo se donde se los dan “mas vara” o sea, mas barato.

Al llegar al puesto no vimos nada fuera de lo normal (solo muchos individuos con cara de delincuentes), pero eso es normal ahí. Nos mostraron el Xbox en cuestión y si nos dieron un descuento con respecto al precio que se puede encontrar en el Palacio de Hierro, Liverpool, etc. Y Miguel Ángel cerro el trato sacando su cartera y pagando en efectivo.

Nos dispusimos a regresar al auto por medio del acceso de escaleras que hay en la parte de atrás de la fayuca, cuando de pronto 6 individuos armados nos llevaron a punta de pistola, golpes y amenazas hasta una casa de esas de tres pisos que hay atrás de la fayuca. Cuando entramos vimos infinidad de contrabando y lo que parecía ser una narco tiendita pues tenían muchas bolsitas con polvo blanco y marihuana en lo que se dice cuetes (son como grandes cigarros pero de periódico).

Me pusieron en una habitación y me amarraron en una argolla empotrada al piso (lo que me hizo suponer que lo que estaba pasando ya había pasado antes), después cerraron la puerta y pude escuchar que agarraron a Miguel Ángel y le pidieron las llaves de su camioneta, después le pegaron hasta cansarse, y no escuche mas su voz como en un lapso de 6 horas, me preguntaba, ¿que habrían hecho con Mariana?. Eso solo lo supe después, pero quiero seguir contando los acontecimientos en el orden que sucedieron.

Pasó un lapso de tiempo enorme sin saber que sería de mi y de mis amigos, solo escuchaba que esporádicamente entraba y salía gente y no se distinguía bien que decían. Había una pequeña ventana por la que entraba luz, y veía con horror como poco a poco el haz de luz que entraba por ella se iba poniendo de color azuloso, indicador de que pronto iba a obscurecer.

Mientras la angustia se apoderaba de mi, escuche como entraba un grupo de personas, que cerraba la puerta de un azotea y subían unas escaleras que pasaban por arriba del cuartito donde estaba yo.

Empecé a oír los gritos de Mariana, que angustiada decía “no por favor no!” Mezclados con risas y golpes contra el piso y las paredes. Yo no podía creer lo que nos estaba pasando, no podía ser real.

Después de aproximadamente una hora de gritos ahogados de mi amiga y risas sordas de los delincuentes hubo un lapso como de 10 minutos de silencio, de pronto se escucho como bajaban las escaleras en tumulto aquellos individuos y se abría la puerta metálica de mi pequeña prisión, dos de los individuos me empezaron a golpear en el piso con una saña que jamás había visto hasta el punto que quede inconsciente. No se cuanto tiempo habré quedado desmallado, lo único que recuerdo es que abrí los ojos y vi a Miguel Ángel a mi lado, con la cara bañada en sangre y sin ojos, estaba semiconsciente y le decía “no te preocupes wey pronto se van a cansar y nos van a tirar por ahí y vamos a ir a nuestras casas” pero yo sabia que eso no iba a ser así, Miguel Ángel angustiado me preguntaba porque no podía ver nada y le decía que el cuarto no tenia ventanas y que no había luz, yo trataba de tranquilizarlo, el saber que no tenia ojos habría acabado con su moral en esos momentos.

Pasaron, lo que yo creo, como 10 horas y no pasaba nada, hasta que escuche el sonido de aquella puerta abrirse otra vez y el tumultuoso sonido de varias pisadas acercándose al cuartito donde nos tenían encerrados, se abrió de un golpe y un individuo moreno pintado de güero me recibió con una patada en la nariz, la cual me la destrozo por completo, me desamarro y después me esculco buscando mi cartera, cuando la abrió en sus manos vio mi tarjeta de debito bital y mis tarjetas de crédito de banamex y de banorte, me pidió los NIPs, los cuales se los di sin objetar, lo único que quería era salir de ahí. Después de que le dije los números secretos me amenazo diciendo que si lo estaba engañando iba a matar a Miguel Ángel y a Mariana, que sería mi culpa si los mataban.

Le dije que no estaba jugando que sabia que esto era en serio y que lo unico que quería es que ya se acabara esta situación. Me dio un zape con la mano abierta y lanzando una sonrisita burlona y añadiendo “mas te vale pendejin, mas te vale…”. Paso aproximadamente una hora cuando regresaron, fueron directamente a buscarme enojados, porque no había saldo en la tarjeta de Banamex, les dije que no era rico que apenas tenia saldo de $30 mil pesos entre las dos tarjetas. Me pegaron hasta quedar inconsciente nuevamente. Al parecer ya era la
madrugada cuando desperté se escuchaba que había una fiesta en el interior de la casa, se escuchaba cumbia a todo volumen y risas, me acerque a la puertita y vi por debajo del quicio de la puerta a mariana amarrada en una mesa de centro de sala, estaba desnuda y parecía que estaba fuera de si, con la mirada perdida en el techo.