Los Maestros de Ryan


ADVERTENCIA: Lo Que Se Publica En Esta Pagina, Tiene El Fin De Entretenimiento.
La sigiente historia no se recomienda leer para personas moralistas o de mentes debiles.
Contiene descripciones graficas y sexuales, No nos hacemos responsables por daños mentales.
ATTE: Kevin Mendoza



Ryan, sentado en su ostentosa y alta silla de cuero café con botones inscrustados, la miraba con atención, y constantemente revisaba la grabadora temeroso de que ésta pudiera detenerse por puro capricho. Ella recostada en un gran sillón del mismo color y textura que la silla —sin duda, obras del mismo artesano— agitaba regularmente su cabeza de un lado a otro como queriendo no ver algo en la visión de sus ojos cerrados.

—¿Qué ves?— le preguntó él.

Ella se quedó en un silencio escrutador y le respondió después de unos segundos:

—Una habitación, estoy caminando por el interior de una casa muy grande. Los muros son de bloques de piedra color gris…

Ryan anotó muy rápido, con la inherente caligrafía ilegible de un médico, en la pequeña libreta que tenía entre sus manos, esperó un momento a que ella continuara, pero ésta no lo hizo, y aclarándose la voz con un disimulado carraspeo la interrogó de nuevo:

—¿Puedes identificar la época o el lugar en el que estás?

—No, no lo sé…, no hay nada, las habitaciones están casi vacías, sólo hay unos cuantos muebles sucios, llenos de polvo y telarañas…, parece una casa abandonada.

—¿Qué tipo de muebles? ¿se ven antiguos, modernos…, lujosos?— le insistió, sin soltar la libreta y llevándose el lápiz a la cabeza para tocar suavemente una de sus sienes en evidente postura de reflexión y análisis.

—Sí, son antiguos, muy antiguos. Y también se ven lujosos…, caros.

El doctor mostrando un tenue semblante de ansiedad, le preguntó sin antes darle una nueva oteada a la máquina grabadora:

—¿Cómo eres?…, mírate y dime cómo eres.

Caroline levantó un poco la cabeza y miró su cuerpo con los ojos cerrados —soy hombre, mi ropa es negra, toda negra, visto pantalones de lino y un largo abrigo de paño hasta las rodillas. Los zapatos y toda la ropa se ven impecables, como recien hechos— alzó las manos frente a su rostro girándolas sobre su dorso y exclamó asombrada:

—…¡Dios mío! ¡mis uñas son muy largas!, parecen manos de mujer…, mi piel es pálida…, blanca como porcelana, los dedos finos y largos, y las uñas muy crecidas.

—¿Sabes tu nombre?

—No lo sé…, no lo recuerdo —se quedó en silencio por unos segundos y habló a continuación con su voz entrecortada —…, tengo miedo…, aquí está muy helado…, hace mucho frío.

—No va a pasar nada Caroline, ten calma, ¿hacia dónde te diriges? ¿qué estás haciendo ahora?

La mujer movió sus globos oculares bajo la delgada piel de sus párpados y respondió:

—Estoy bajando por una escalera de piedra, es como un túnel muy obscuro y al fondo se ven algunas luces…, creo que son antorchas.

—Trata de ver qué hay al fondo. Observa bien qué te rodea.

Caroline se demoró en responder, el doctor no la presionó y la esperó pacientemente mientras descubría con su mirada unas formadas y firmes piernas bajo la falda de cotelé azul, casi se olvida de la razón por la que estaban ahí cuando ella habló y lo espantó de su prohibida admiración.

—Estoy llegando, parece que es otra habitación…, sí, es otra habitación, y muy grande; hace mucho más frío. !Dios mio!, estoy en una cripta o algo así…, hay varios ataudes, es un mausoleo inmenso. Hay muchas velas y cirios encendidos…, no son antorchas las que se veían, son cirios.

Ryan no se inquietó con la descripción de su paciente, al contrario, con su voz más segura le interrogó:

—Entonces…, ¿estás muerta?

—Sí— respondió al instante, tan segura de lo que decía como el doctor de lo que preguntaba —estoy muerto, no respiro… Tengo miedo Ryan.

El psiquiatra se inclinó hacia adelante en su silla y posó una de sus suaves manos sobre las de Caroline de modo consolador:

—Tranquilízate— le dijo —, no pasa nada, respira profundo, todo durará un segundo, trata de adelantarte en el tiempo para pasar a otra vida.

El semblante de ella estaba alterado, respiraba en forma agitada, sus movimientos oculares se hicieron vertiginosos, lo que veía o sentía estaba sobrepasando sus capacidades, y más que hablar, gimió —el olor es asqueroso, tengo deseos de vomitar. !Estoy dentro de un ataud!…, ¡tengo miedo! ¡sácame de aquí por favor!

Ryan, ahora parado —levemente agachado— y con ambas manos sobre las de Caroline le decía subiendo la intensidad de su voz —Caroline, sale de tu muerte. Elévate hacia los maestros. Deja esa vida atrás, quiero que pases a la siguiente.

—No puedo, la muerte no deja elevarme…, por más que trato no puedo…

—Si puedes.

—¡No puedo!

Ella se veía mal, aflijida, pero el doctor no consideró prudente despertarla de la hipnosis, aún no había conseguido la información que buscaba, y molesto por la incapacidad de ella de seguir sus instrucciones, con un tono estrictamente autoritario, le ordenó —¡concéntrate!, ¡hazlo Caroline!, flota en tu mente… ¡Adelántate en el tiempo! ¡conéctame con los maestros!, sobrepasa ese momento final. Estás muerta— y excitado, con una fe enorme y firme en lo que decía, le exigió de manera solemne, como si de su laringe emanara la orden omnipotente que levantó a Lázaro de su tumba —, ¡elévate y nace de nuevo!

Poco a poco ella redujo el precipitado movimiento de sus ojos y de su cabeza, así como el ritmo de su respiración, hasta que su estado se vio totalmente normalizado; después de unos mudos momentos, habló —ahora estoy en un poblado; es de noche. Ando por una estrecha calle de adoquines…

El psiquiatra con una ligera sonrisa de satisfacción en su rostro le preguntó —¿Puedes identificar la época o el lugar?

—Hay muchas casas antiguas, creo que son europeas…, suecas u holandesas quizá. No hay luces, pero puedo ver perfectamente en la obscuridad. Hay algunas personas conversando, pero no me ven, sólo un perro asustado percibe mi presencia… Tengo hambre, Ryan.

Dubitativo, calculando una fecha y un lugar en la historia humana, le argulló —ya tendrás tiempo para comer; dime, ¿quién eres ahora?

Caroline hizo los mismos gestos anteriores, y los de todas las sesiones pasadas, levantando su cabeza y sus manos para mirarse y describirse a ojos cerrados —no lo sé. Pero soy hombre…, estoy vestido de negro, entero, con un gran abrigo grueso hasta más abajo de las rodillas, mis manos son blancas, y mis dedos muy finos…, tienen uñas largas, como los dedos de un artista.

En la cara del doctor se dibujó una mueca contradictoria, de extrañeza y desencanto, y acomodándose inquieto en su pomposa silla, le replicó —no puede ser , ya visitaste esa vida. Aún estás en tu existencia anterior, debiste de haber retrocedido. Flotaste hacia atrás en vez de adela…

—¡No lo hice! —lo interrumpió ella de modo impetuoso, y agregó —, siempre fui hacia adelante.

Caso de homicidio 911003




Sala de reconocimiento de delito de gravedad máxima entre menores de edad. Lugar del hecho:

Instituto de educación secundaria Alfonso XIII; hora del delito: 03.20 aproximadamente; grabación hallada en el teléfono móvil de uno de los presuntos autores del crimen. Hora del reconocimiento:

22.34 por un oficial de guardia en la comisaría de policía central de Sevilla en Alameda de Hércules.

El oficial le da al play de la grabación. Las primeras imágenes eran de una chica en una silla, seguramente atada a ella con los ojos vendados con una cinta. En la boca llevaba lo que parecía unos calcetines. La chica en cuestión no debe de pasar de los dieciséis años. Se acerca un nuevo individuo; esta vez un chico, que al igual que la chica no debe de tener mas de quince o dieciséis años. Le quita la venda de los ojos, aunque la chica no abre los ojos. El sonido, aunque distorsionado debido a la mala calidad del audio, daba a entender que el chico insultaba a la chica; aunque esta no reaccionaba.

El chico soltó una bofetada, bofetada que habría derribado a la chica de la silla si no hubiera estado atada. La chica gimió, miro al chico con desprecio y le escupió. Esto provoco que el chico le soltase otra, con tanta fuerza que esta vez si que derribo a la chica con silla incluida. Una vez en el suelo, la chica recibió numerosos puntapiés del chico. Entonces, el cámara le dijo al chico que eso no le haría nada, que debía de pasar a algo más efectivo. Debido a la proximidad de la voz del cámara al móvil, se escucho perfectamente. El chico agresor sonrió y miro a la chica desplomada en el suelo. Entonces la mirada de la chica paso de un odio profundo, a verdadero terror. Incorporaron a la chica, todavía en la silla. El agresor salió del plano un momento para volver con un cuchillo de sierra. Empezó a sesgar la ropa de la chica, aunque esta se intentaba defenderse de alguna manera retorciéndose. Ya le habían roto la camiseta que llevaba puesta. Otra bofetada. Volvió a empuñar el cuchillo y esta vez le desprendieron del sujetador. Otra bofetada, acompañada de un puñetazo que le hizo sangrar el labio.

El cuadro de la anciana


Los 94 años de mi abuela habían llegado a su fin, la conocí desde muy niño por la razón de que vivíamos en la misma casa. Su herencia claramente estipulaba que aquella casa quedaba a mi nombre, pero que por respeto debía dejar los cuadros y muebles donde estaban.

Siempre que de niño iba al segundo piso a llevarle una sopa a mi abuela cuando estaba enferma, pasaba por el pasillo mirando al suelo para no tener que ver el horrible cuadro colgado en la pared. El cuadro de una anciana de mirada penetrante.

Nadie nunca me contó algo de ella, pero como exigía la herencia, no debía mover el espantoso cuadro de su lugar.

Un día como cualquier otro, me levanté a preparar mi desayuno, y casi me llevo un susto con el cuadro. Veía a la nada con una mirada tan tétrica… parecía que había cambiado el gesto que mostraba normalmente, frunciendo el ceño, como intentando ver algo a lo lejos. Era sumamente espantosa.

En medio del susto, sólo reaccione echándole una sábana encima, que quedó colgando de tal forma que cubría el cuadro. Durante todo el día me pasé por el pasillo sin tener que ver ese rostro mirándome.

Ya al caer la noche, pude escuchar un ruido muy sigiloso. Al salir al pasillo para ver de dónde había provenido el ruido, pude notar que la sábana se había caído. Mi corazón dio un vuelco. Ahora el rostro de la anciana me estaba sonriendo de una manera macabra, mostraba sus malgastados dientes y se notaban exageradas arrugas en su rostro. Realmente no sabía por qué mi abuela apreciaba tanto a ese cuadro, y me intrigaba más que ella no lo encontrara horrible. Fue un martes por la mañana cuando casi me da un infarto por algo que llegué a ver.

Estaba desayunando mi clásico café y empanedado de pollo, al momento que noté una cabeza asomándose por el extremo de la puerta para verme.

Pegué un grito que se debió de haber escuchado en toda la cuadra, a la par que la cabeza se escondió rápidamente. Salí al pasillo a ver qué era lo que había pasado, pero no vi nada: nada aparte de ese horrible cuadro, que de nuevo había cambiado los gestos de su rostro.

Estaba seria.

Yo sabia perfectamente que esa cabeza que había visto era la de esta mujer; no sé cómo, pero había estirado su cuello para vigilar lo que hacía.

La noche siguiente decidí hacer algo más inteligente. Coloqué una cámara delante del cuadro, con la intención de comprobar si era de éste de donde salió la cabeza, o si en verdad el cuadro hacía movimientos extraños. La dejé grabando tres días, en los cuales salí fuera de Lima a otro departamento de mi país. Al tercer día, subí directamente al segundo piso para ver las condiciones del cuadro y de la cámara. El cuadro cambió una vez más, ahora estaba enojada, tenía una expresión llena de rabia y de furia, sus ojos brillaban de odio… ¿por qué?

Pasé a revisar lo que había capturado mi cámara en los tres días que estuve ausente. El primer día no hubo movimiento alguno hasta que cayó la noche, pude ver claramente cómo la cabeza del cuadro miraba a los lados, quizá revisando si había alguien cerca, y después vi cómo estiraba su cuello y salía del cuadro.

Emulador de Sueños



Lo peor que hice en mi vida ocurrió hace doce años, cuando tenía dieciséis y vivía en Cleveland, Ohio. Fue al comienzo de otoño, cuando las hojas estaban empezando a tornarse naranjas y la temperatura comenzaba a decaer, haciendo alusión al torrente frío que estaba a pocos meses de distancia. La escuela acababa de empezar, pero toda la emoción de regresar y reunirse con los viejos amigos había sido sustituida por la idea de que estábamos cautivos en un lugar que sólo quería cargarnos de trabajo.

Naturalmente, mis amigos y yo estábamos dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de recordar cómo era cuando no teníamos obligaciones, aquellos días de verano libres de responsabilidades.
A principios de ese año, uno de mis amigos del trabajo —en McDonalds, que algunas personas creen que es algo poco convincente, pero la pasé bien allí— me había enseñado una técnica para «morir» con la ayuda de un asistente y regresar a la vida a los pocos segundos.

Funcionaba así: la persona haría diez respiraciones largas y profundas, y en la décima cerraría sus ojos, apretando los parpados y conteniendo la respiración tan firmemente como le fuera posible, mientras cruzaba sus muñecas sobre el corazón. Entonces el asistente le daría un abrazo fuerte desde atrás, apretando las muñecas de la persona contra el esternón. En cuestión de segundos ésta perdería la conciencia. El efecto dura sólo un segundo o dos, pero pareciera que hubieses estado fuera de tu cuerpo por horas, y cuando retomas la conciencia, la sensación de desorientación, de no saber en dónde demonios estás o qué estás haciendo allí, es impresionante.

Sé que algunas personas dirán, «¿Qué carajo? ¿Sos retrasado o algo así?», y sí, ahora sé que probablemente matábamos millones de neuronas cada vez que «moríamos»; pero yo era un joven de dieciséis años, aburrido a más no poder y creía que era genial. Os alentaría a probarlo para que lo experimentaseis por vuestra cuenta, pero luego de lo sucedido, nunca se lo recomendaría a nadie.

Otro efecto secundario interesante de esto, que fue en realidad la razón por la cual lo hacíamos, es que mientras permaneces «fuera» de tu cuerpo, siempre estás lúcido y tienes sueños vívidos que puedes recordar fácilmente al despertar (después de todo sólo te has dormido por unos segundos).

Éramos buenos chicos y nunca probaríamos drogas, así que para nosotros esto era lo que el LSD era para un hombre pobre.

Las visiones o sueños están relacionados de alguna forma con lo que veías justo antes de morir. Por ejemplo, una vez soñé que estaba escalando una montaña, estaba en la cima del Himalaya o algo así, pero había un pasamanos. ¿Quién diablos pone un pasamanos de escalera a 6,000 metros de altura?

Cuando volví a mi cuerpo y recordé en dónde estaba, me di cuenta de que había estado mirando la escalera que se encontraba en una esquina de la sala de estar de mi novia. En otra ocasión, tuve una visión de Pedro Picapiedra sonriendo y levantando sus manos delante de un mural con el logotipo de la ERAD (Educación de Resistencia al Abuso de Drogas, un programa en el cual policías enseñan a los niños de escuelas públicas sobre estos asuntos), y cuando volví a mi cuerpo pude ver que mi amigo Brett tenía el mismo logotipo en su camiseta. Ahora, de dónde salió Pedro Picapiedra, no tengo idea.

Nuestras visiones siempre eran sobre cosas mundanas, nunca nada raro. Hasta ese día. Como dije, hacía un mes que estábamos en época de clases y hartos de ella. Habíamos salido a pasar el rato afuera, estábamos sentados en las vigas de las torres de alta tensión, en la parte de abajo. Mi amigo Mike subió hasta el segundo nivel de las vigas para estar más alto.

Era un cálido día de octubre y el cielo estaba gris. Lentamente, el cielo fue oscureciendo cada vez más; y en Cleveland eso probablemente significaba que en cualquier momento la temperatura podría descender y, si éramos realmente desafortunados, una lluvia helada podría empezar a caer. El aire estaba pesado y se podía oír el leve zumbido de los cables de alta tensión sobre nosotros.

Definitivamente no quería pasar los últimos momentos de una linda tarde de sábado subiéndome a una torre de alta tensión, saltar al suelo y quejarme luego del dolor en mis pies, sólo para hacerlo una y otra vez como estúpidos.

—Hey, ¡vamos a morir por un rato! —dije. Para ese tiempo, dejar nuestro cuerpo no era tan divertido como cuando lo descubrimos, pero era mucho mejor que lo que estábamos haciendo. Vince estuvo de acuerdo, al igual que Richard, pero Mike, el que saltaba desde más alto de la torre, preguntó de qué carajo estábamos hablando.

—Joder, ¿nunca te indujiste el desmayo antes? —preguntó Vince. Mike respondió que no, él había pasado todo el verano en casa de su madre y no estaba al tanto de lo que nosotros habíamos hecho—.

Amigo, ¡tienes que probar esto! Mira, te mostraremos.

Vince y yo nos bajamos de la torre, cayendo de pie en el césped. Yo hice las diez respiraciones, apreté los ojos y contuve la respiración. Entonces sentí a mi amigo presionar sus brazos contra mi pecho y, de repente, como si fuese lo más natural del mundo, una langosta gigante estaba trepándose a una de las torres, bajo el mar. Algas marinas crecían del fondo de arena bajo mis pies. Lo siguiente que recuerdo es que cuando desperté Vince y Richard me estaban preguntando, «¡Amigo, ¿qué has visto?! ¿Qué has soñado?». La parte de atrás de mi cabeza me dolía mucho, me estaba matando.

—Mierda, ¿me dejaste caer? —pregunté. Yo no era muy pesado, pero Vince era bastante débil. Él solo se quedó mirándome, y Richard me dijo que sí me había dejado caer. Me preguntaron nuevamente qué vi. Me froté la cabeza y les dije que una langosta, que estaba pellizcándole la cabeza a Vince con sus tenazas. Me volví hacia Mike, y le dije:

—¿Ves? ¡Es increíble! ¡Tienes que probarlo!

—Y una mierda —respondió—, no me fío lo suficiente de ninguno de ustedes como para hacer eso.

—¡Vamos hombre! Tienes que probarlo; no es más peligroso que estar trepado allí. Te prometo que no te dejaré caer como este idiota lo hizo conmigo —le persuadí.

Lo consideró por un momento. Luego saltó de donde estaba, se incorporó y dijo:

—Bien, una vez.

Repitió las diez respiraciones profundas conmigo de asistente para asegurarse de que no lo dejaríamos caer. Contuvo la respiración y yo lo ayudé a caer en ese otro lugar. Sentí el cambio de peso en su cuerpo, y él era un tipo robusto, así que me aseguré de bajarlo lentamente para que no se lastimara. Justo cuando tocó el suelo, volvió en sí.

Despertó gritando.

Con los pies en el agua



Por Dios, son ya varias horas en cautela, no sé en donde me encuentro, tal parece mis pies están sobre una bañera, el olor es horrible, me encuentro sobre un líquido acuoso y muy asqueroso, su color es oscuro casi como la sangre, tal vez un poco más, solo puedo recordar el instante en el cual me dirigía a mi entrevista de trabajo, mi cuarta en el mismo día!, de repente sentí un golpe fuerte en la cabeza, y ahora me encuentro sobre esté líquido que parece tener por dentro algo extraño, algo que sin cautela recorre los dedos de mis pies, tengo miedo y terror, a lo que pueda estar pasando, observo hacia arriba y encuentro fotos mías con maggie (mi novia) en diversos lugares que hemos visitado atreves de nuestra relación, un temor inexplicable abunda mi alma, la figura de ella aparece en mis recuerdos, sus olores y aromas, aquellos que hoy se hacen lagrimas por esta situación, vuelvo la vista hacia la bañera intento usar mis manos para liberarme de la misma, pues mis pies se encuentra encadenados al soporte de esta, y mis manos se encuentran también atadas con cadenas hacia el techo, que situación es esta me pregunto?, tal vez sea un sueño me contesto, pero no es así.

Veo en el agua que se encuentran sobre mis pies bañados unos animales muy peculiares, con terror intento mirar con más cuidado y encuentro que mis pies están entrelazados con culebras, peces muertos, y otros cuantos insectos que me producen un asco inmenso, vomito sobre mi pecho, ahora, lloro con temor a morir, intento liberarme bañado en mí propio vómito, pero es tan inútil, de repente logro ver una sombra en la esquina de la habitación, es una sombra pequeña, con una sonrisa agigantada, una espalda que parece jorobada. Ahora que ocurre?, me pregunto, estoy con gran asombro sobré esta situación, con temor logro liberar uno de mis pies de las cadenas, no sé cómo, pero fue algo escalofriante ver como mis pies se encontraban cubiertos de cucarachas, y una verrugas del tamaño de mis testículos, es aterrador este momento, veo como la dedos de mi pie se van derritiendo, y un dolor inmenso aparece sobre estos.

El pequeño hombre que se hallaba en la esquina de la habitación se acerca a mí, con cautela, y a la vez con temor, su sonrisa desaparece por segundos, hasta que intenta abalanzarse sobre mí para morder los dedos de mis manos, aterrado y preocupado lloro sin contenerme, por suerte! Ese asqueroso ser también se hallaba encadenado hacia la pared, no puedo hacer más que asustarme, pero logre ver su rostro, este! tiene la apariencia más escalofriante que halla visto, unas verrugas como las de mis pies están en su cara, sus labios hinchados tienen sangre, tal parece morada, sus ojos son saltones y venosos, parece que se le fueran a salir, en su cabeza posee tres cruces de Jesucristo pero al revés, increíblemente se me ocurre rezar un padre nuestro y el sujeto lentamente, paso a paso, se aleja de mí, al terminar la oración intento hablar con el sobre lo que está ocurriendo, pero él continua con su silencio sepultador , es un terror impresionante, de nuevo logro sacar mis pies de la bañera, rompo las cadenas, que parecen estar oxidadas por el líquido de la que en esta flota , pero mis manos también están encadenas así que no puedo terminar de escapar.

Sangre En Mi Cuerpo



Los sonidos en mi habitación son inestables, apenas si abro los ojos y observo mi soledad, mi cuerpo se siente agotado, con magulladuras, me levanto levemente de mi cama y siento como bajan por mis rodillas y piernas la sangre de mi cuerpo, esta es tensa y huele tan mal, el olor a estiércol cubre toda mi casa, en mi habitación un raro hedor brota del armario, antes de que me dirija hacia el observo mi cuerpo, este inundado de sangre, justo en ese instante observo algo, de repente mis testículos no están donde deben de estar, me asusto y al darme cuenta siento un dolor fuerte en mi mano izquierda, que ocurre! 

Me pregunto cuando observo que no tengo los dedos de esta mano, no recuerdo nada de lo que ocurrió ayer, asustado y con lágrimas recubriendo mis mejillas, observó en mi mesa de noche, mis testículos y mi pene se hallan enfrascados, en algo que parece ser un recipiente con alcohol, preocupado lo tomo con mi mano derecha, (la que está completa), asustado y tembloroso este resbala de mis manos cae con precisión al suelo y se estalla por completo, mis testículos enjuagados en alcohol junto con mi pene se desbordan por la habitación, recordando una escena anterior, corro hacia el armario, lo abro y en él un perro cubierto de vino y sangre cuelga sin su pene, lloro sin contenerme y caigo al suelo, doy la vista hacia atrás y encuentro a mi esposa debajo de la cama, que escena más horrible!, me paro del suelo con la angustia más impaciente, y corro a donde ella, ya es tarde, sus senos se encuentran magullados como si hubieran sido mordidos con por cualquier animalejo, intento levantarla, pero al hacerlo tomo su espalda y noto que está recubierta de estiércol y sangre, pero que es esto, parece una brujería o una mala pesadilla, cierro los ojos y los vuelvo abrir después de unos segundos, intentando pensar que esto sea solo una pesadilla, los abro y todo sigue igual, mientras me desangraba por la falta de mis testículos y pene, mi esposa estaba en mis manos, doy el giro de su cuerpo observando su espalda con más claridad, y observo una frase algo corta escrita con la misma sangre, esta dice algo así: 

Las sombras en la puerta




La familia Fernández de 5 integrantes, esta estaba formada por Ramiro y Alejandra,  Juan el hijo menor y el más travieso, Dalila la del medio y también la más dedicada, Martin, el mayor, le gustaba escribir sobre poesía y ciencia ficción. Esta Familia muy unida vivía en la ciudad de Mendoza, Argentina,  en el barrio Don Bosco, recién se habían mudado a esa zona, así que no conocían muy bien la casa. 

   Al entrar a la casa se sintieron atraídos por la belleza de la vivienda. La primera noche se escuchaban ruidos muy raros en el sótano y en el entre-techo, eran ruidos muy peculiares ya que se podían distinguir niños cantando, no sabían de donde provenía, recorrieron la casa buscando el origen de todo lo que estaba pasando pero no hallaron nada.

  Al siguiente día de lo sucedido la familia desesperada decidió llamar a un sacerdote de iglesia y decirle a la familia que sucedía, el padre les explico que habían fallecido muchos niños ya que era un antiguo hospital que un día se incendió con todos los niños y el personal adentro. Los niños estaban muy asustados y esa noche decidieron dormir juntos, a la madrugada empezaron a escuchar pasos provenientes del armario todos se levantaron a ver que era y no vieron nada. 

  A el día siguiente los niños tras ya no poder más con el miedo le pidieron dormir con ellos en la pieza más grande denominada "La pieza oscura", ya que no tenía ventanas, Esa noche durmieron con la puerta abierta así tenían un poco de luz, aproximadamente a las 4 de la madrugada escucharon gritos fuertes en la cocina y se levantaron alterados a ver que era, la sorpresa que se llevaron cuando miraron a la puerta y vieron la sombra de un niño sin piernas y totalmente desgarrado con la piel en estado de putrefacción.