Feliz Navidad!


| Feliz Navidad! a todos ustedes por parte de Terror Psicologico1 y Kevin Mendoza espero y se la pasen muy bien en estas fechas |

El regalo de Navidad



Las celebraciones Navideñas despiertan diferentes sentimientos e intereses en cada individuo, en este caso, para una familia entera, era la ocasión perfecta para estar juntos, habían sido desde siempre muy unidos y aunque no necesitaban pretextos para compartir experiencias, la navidad le daba un toque extra a todo el asunto de los momentos de calidad en compañía de la familia.

Conservaban una tradición muy arraigada, no invitaban a nadie a su celebración, era un evento estrictamente familiar. Cada quien preparaba un platillo, y le ayudaban a mamá con la cena principal, todos colocaban un adorno fabricado por ellos mismos en el árbol de Navidad, incluyendo en él un buen deseo para los demás.

Una vez lista la cena, se sentaban todos a la mesa, después de dar gracias, probaban cada uno de los platillos, haciendo bromas entre ellos por la manera de cocinar, recordaban ocasiones pasadas, entre risas y buenos ratos, acababan hasta con el último bocado.

Después de conversar un rato en la mesa, preparaban chocolate, y sentados junto al fuego de la chimenea alguien pasaba los buenos deseos colgados en el árbol al padre, que era el encargado de leerlos, después de leerlos los arrojaban al fuego, pues pensaban que el humo los llevaría hasta el cielo.

Lo siguiente en la lista era abrir los regalos, primero lo hacia el más pequeño, y así seguía hasta llegar con el padre que era el más grande, esa noche en especial notaron algo distinto, cuando habían dado todos sus regalos aun había uno debajo del árbol, nadie lo reconocía, pero estaba dirigido a ellos. Pensando que alguno de sus amigos lo había dejado cuando vino de visita, lo abrieron con gusto esperando una agradable sorpresa.

Cuando lo abrieron miraron extrañados, había dentro de la caja un cuchillo, un pedazo de metal cortado y afilado, un alambre y una nota que decía:

– Para los que están en la puerta –,

no tuvieron tiempo de reaccionar pues un escalofrió les recorrió el cuerpo cuando el timbre sonó.

Feliz Navidad!

¿Qué hace a un monstruo un monstruo? | Draw a monster. Why is it a monster?”


Por favor, no me preguntes en dónde trabajo. No te diré la escuela. No te diré la ciudad. Ni siquiera te diré el estado. Es mejor que no lo sepas.

Trabajo como oficial de policía del campus. «CamPo», como nos llaman los estudiantes. Y he visto cosas. Tú pensarías que es un trabajo fácil, cuidar a chicos blancos acomodados y privilegiados haciendo cosas de chicos blancos acomodados y privilegiados. Pero no lo es. Es aterrador. Y creo que eso es porque estuvimos condicionados a creer que los monstruos deben mostrarse a sí mismos. Que podemos distinguirlos de una multitud.

«Dibuja un monstruo. ¿Por qué es un monstruo?». Janice Lee dijo eso. Y esa es una pregunta válida. ¿Qué hace a un monstruo un monstruo? Estamos acostumbrados a categorizar a los monstruos como esas cosas deformadas y grotescas. Pero la verdad es que los monstruos reales no se ven así. Se ven como gente normal. Se ven como tu vecino, se ven como tu madre, se ven como tu padre. Y, a veces, se ven como chicos blancos acomodados y privilegiados.

Su nombre era Joshua Simmons. Ese no es un nombre falso. Sé que no es ético usar nombres reales en este tipo de cosas, pero él no se merece la cortesía del anonimato. No importa, de todos modos. No vas a encontrar nada en él. Sus padres se aseguraron de eso. Incluso después de todo, supongo que el dinero hace que el mundo se mueva, y el universo se lo comió. Pero estoy adelantándome.

Joshua Simmons se veía como alguien normal. Y para todos los efectos, eso es exactamente lo que era. Un hombre adulto joven de la variedad de fraternidades que pensaba que el mundo se trataba sobre él. Ya conoces ese tipo. Y eso es lo que opinaba sobre él, hasta que las chicas empezaron a entrar.

Habían demasiadas. Dios, habían tantas. Primero, segundo, tercer y cuarto año. Chicas que iban a esa escuela y chicas que no. Y todas ellas tenían dos cosas en común, y eso era que cada una tenía algo que les faltaba que se supone que debía estar ahí, algo desagradable pero importante, y que cada una de ellas estaba ahí para hablar de Joshua Simmons. Y tuve que escuchar cada una de sus historias, y tuve que tratar de decirles que a menos que estuvieran dispuestas a testificar, no haríamos ni una maldita cosa.

Creo que… creo que al principio no quería creer que era él. Que pudiera ser él, pudiera ser alguien que conocía, alguien que veía todos los días. No quería creer que él podía caminar sobre las escenas de sus crímenes como si nada estuviera mal, como si fuera otro día más. Quería pensar que era alguien más, un intruso, un desconocido o, si era un estudiante, uno de mis estudiantes; al menos que se sintieran culpables por eso. Que se los estaba comiendo la culpa. Que no pudieran ir a clase, que ni siquiera pudieran levantarse sin vomitar después de hacer algo así. Pero Joshua sí fue a clase, y lo hizo bien. Jugó en todos los partidos de fútbol del equipo. Fue a todas las fiestas. Siguió viviendo la vida como si nadie pudiera tocarlo. Y por un largo, largo tiempo, no pudimos.

Y luego Amy apareció. A diferencia de Joshua, Amy no es su verdadero nombre, y no te voy a decir cuál es. Es todo lo que pude hacer por ella, pero se merece ese poco.

Amy no era como las demás «No como las demás chicas»… es un dicho que nunca toleré. ¿Qué significa, «como las demás chicas»? No significa nada. Es un índice que usan los idiotas para describir a sus maníacas chicas mágicas. Pero cuando digo eso, no me refiero a que no fue como ninguna otra chica antes. Digo que no era como las chicas que vinieron después.

Había algo en ella que me ponía nervioso, hacía que se me pusieran los pelos de la nuca de punta. Algo peligroso en la forma en que veía a las personas, como si hubiera perdido todo y más. «Nunca pongas a alguien con la espalda contra la pared». Mi padre solía decir eso todo el tiempo. «Nunca pongas a alguien en la posición donde no tienen nada que perder y todo que ganar». No era la forma en que ella actuaba, exactamente. Si tuviera que resumirlo todo a una sola cosa, diría que eran sus ojos. Dicen que los ojos son la ventana del alma, y si eso es cierto, no sé qué diría sobre ella, porque sus ojos estaban muertos. Fríos y sin emoción y salvajes, como si pudiera arrancarte la garganta con sus dientes sin siquiera parpadear. Y la diferencia entre Amy y las demás chicas es que ella estaba lista para testificar.

El juicio fue en noviembre, justo antes del Día de Acción de Gracias, y recuerdo que no tenía nada para agradecer. No por estas chicas. Y Amy contó su historia. No lloró. Su voz no se estremeció. Ella ni siquiera miró a Joshua Simmons, sentándose tres metros lejos de ella, sonriendo como si supiera que era intocable. Ella contó su historia y el cuarto entero estaba en silencio. Y cuando terminó, se sentó ahí en silencio hasta que el abogado le hizo unas preguntas; e incluso esas las respondió tan calmada como era posible. Y cuando fue descartada y se fue a sentar, la audiencia entera comenzó a hablar en voz baja hasta que el juez pidió orden en la sala.

El resto del juicio fue un borrón. Sé que había testigos que estaban ahí para atestiguar la integridad de Joshua. Sé que sus amigos estaban ahí para excusarlo. Sé que Joshua Simmons se comportó tan arrogante como podía ser, y sé que quería usar la Biblia sobre la que él había jurado para aventársela a la cara convirtiéndola en una pulpa sangrienta. Pero no recuerdo las preguntas que hicieron, ni las respuestas que dieron. No recuerdo nada desde la mirada que Amy me dio luego de testificar. Después de eso, recuerdo haber esperado, sostenido mi respiración, rezado por que el juez tomara la decisión correcta. Recuerdo pensar que la verdad estaba justo ahí, tan cerca que genuinamente cualquier persona podría verla. ¿Cómo no podrían?

Joshua Simmons fue declarado inocente. Y en ese momento, lo supe. Supe lo que significaba para alguien estar sobre la ley. Supe lo que significaba para alguien ser intocable. Y quería matarlo. Quería estrangularlo, borrándole esa media sonrisa arrogante en su cara y hacerle entender lo que significaba tener miedo. Pero no lo hice. Porque soy un oficial de la ley y eso significa seguirla aunque no esté de acuerdo con ella. «Bueno —pensé—, hicimos lo que pudimos». Pero en realidad no creía eso, y no se sentía de verdad. Pero no había nada que pudiera hacer.

Y pensé que eso era todo hasta que recibí la llamada dos semanas después.

"El Suicidio de Opus"


El 23 de marzo de 1994 el médico forense examino el cuerpo de Ronald Opus y concluyó que murió de una herida de bala en la cabeza. El Sr. Opus había saltado desde lo alto de un edificio de diez pisos con la intención de suicidarse. Dejó una nota antes de lanzarse al vació, en la que indicaba sus razones. Durante la caída y pasando el noveno piso su vida se vio interrumpida por un disparo de escopeta que paso a través de una ventana y lo mató instantáneamente.

Ni el que disparó, ni el suicida eran cocientes de que una red de seguridad había sido instalada apenas en el piso ocho, con el fin de proteger a unos trabajadores de construcción y por lo tanto Ronald Opus no habría completado su suicidio, al menos de la forma que tenia pensado.

“Por lo general,” continuó el Dr. Mills, “una persona que pretende suicidarse y tiene éxito, a pesar de que el mecanismo podría no ser lo que tenía pensado, todavía se define suicidio.”
Que el Sr. Opus hubiera recibido un disparo camino a un suicidio que probablemente no tendría éxito, hizo que el medico forense dictaminara un homicidio. La habitación del noveno piso desde donde se disparó la escopeta había sido ocupada por un hombre mayor y su esposa. Mientras mantenían una fuerte discusión, él la amenazó con la escopeta. El hombre estaba tan disgustado que cuando apretó el gatillo, un montón de pellets atravesaron la ventana y se alojaron en la cabeza del Sr. Opus.

El Burdel de las Parafilias: Rompiendo el protocolo [Capítulo 2] (+18)

ADVERTENCIA: Lo Que Se Publica En Esta Pagina, Tiene El Fin De Entretenimiento.
La sigiente historia no se recomienda leer para personas moralistas o de mentes debiles.
Contiene descripciones graficas y sexuales, No nos hacemos responsables por daños mentales.
ATTE: Kevin Mendoza

Lolicon8: Sé de un lugar donde puedes cumplir tu fantasía.

Putrid-doll: ¿En serio? ¿Dónde?

Lolicon8: En el centro, es un burdel clandestino.

Putrid-doll: ¿Un burdel? ¿Y cuánto cobran? Sabes que aún dependo del dinero de mis padres.

Lolicon8: No te preocupes por el dinero, digamos que pagas en especie…

Putrid-doll: Eso no suena bien…

Lolicon8: ¿Qué tanto deseas hacerlo?

Putrid-doll: Touché, valdría la pena aunque terminara como la chica de réquiem por un sueño.

Lolicon8: Solo un consejo… excédete, desquita tu pago al máximo y no te arrepentirás.

Putrid-doll: Me conoces, sabes que lo haré, dame la dirección.

Se la escribió enseguida con una breve descripción del lugar y le indicó que preguntara por Liss. Tras pocos minutos de charla intrascendental sobre sus filias, ambos se desconectaron. El seudónimo «Putrid-doll» pertenece a Jennifer Díaz, una adolescente de quince años. Decir que es aficionada al gore sería poco, lo indicado sería decir que tiene una obsesión con él; está suscrita a cuantas páginas al respecto ha encontrado y no simplemente disfruta mirar personas cortadas en dos, decapitadas o con la materia gris fuera del cráneo, sino que le genera una seria excitación. Creyó que todo se limitaba al morbo, sin embargo, comprobó lo contrario durante una visita escolar a la morgue. Tras algunos minutos de contemplación de aquel cadáver masculino con los intestinos expuestos, tuvo que correr al baño a masturbarse para no saltar sobre él y su verdusco cuerpo.

Al leer las palabras de Lolicon8 (no tenía ni la más mínima idea de cuál era su nombre verdadero), supo que tendría que visitar aquel lugar esa misma noche. Guardó en su mochila una serie de artículos que pensó que podría utilizar: un atuendo de dominatrix, un par de botas de piel con plataforma alta y su amada catana sumamente afilada que su madre no consiguió prohibirle comprar. Esperó a que sus padres se durmieran y salió sigilosamente por la ventana, como tantas veces lo había hecho antes cuando deseaba irse de juerga sin su consentimiento.

Le resultó sencillo localizar el viejo edificio con la descripción de Lolicon8. Habló con la anciana, cruzó por el pasillo abandonado y descendió las escaleras, encontrándose con la orgía. Ya que no poseía una buena vista, se acercó a observar de cerca aquella masa gimiente. Penetraciones por aquí, lengüetazos por allá, sin duda resultaría excitante para un visitante común, pero era demasiado ordinario para su gusto.

Una atractiva joven de escasa vestimenta se acercó a ella con una charola repleta de dulces, lo cual le resultó bastante curioso en un lugar así; sin embargo, los dulces eran una de sus mayores debilidades.

—¿Qué tienen? —preguntó ella, suspicaz, asumiendo que tendrían alcohol o droga.

—Las paletas son de pene cubierto con chocolate, los caramelos de limón con relleno de ojo en el centro y los bombones tienen sesos —respondió la joven con total naturalidad. Jennifer pensó que bromeaba, pero no la cuestionó, tomó una paleta, varios dulces y algunos bombones; lo primero que comió fue la paleta, descubriendo que era real y la disfrutó como ninguna golosina en su vida.

Estaba tan absorta comiendo aquellos dulces caníbales que se había distraído por un momento de su propósito en ese lugar. Entonces apareció una mujer de al menos uno ochenta de alto, de cabello oscuro, figura esbelta y rasgos europeos que la regresó a su misión.

—Vaya, nunca había visto una mujer tan joven por aquí.

—¿Tú eres Liss? —preguntó Jennifer disimulando hábilmente lo intimidada que estaba por su estatura y su belleza.

—Exactamente, supongo que viniste a hablar de negocios —respondió, tras lo cual la condujo a su oficina.

—Tengo entendido que pueden cumplir cualquier parafilia.

—Así es, cualquiera en absoluto. Y ¿cuál es la parafilia de una jovencita como tú?

—¿Tiene a la mano una libreta para tomar notas?

—No es necesario, tengo una memoria excelente.

—Espero que así sea. Quiero seis personas: tres hombres, todos de más de metro ochenta, piel clara, cabello oscuro, penes mayores a dieciocho centímetros, delgados pero bastante fuertes, atractivos, masoquistas, de entre diecisiete y veinte años; y tres mujeres que no midan más de metro setenta, piel clara, delgadas, hermosas, igualmente masoquistas, entre catorce y diecisiete años, todos sumisos y desnudos. Necesito un cuarto con una tina amplia llena de sangre tibia, una cama grande, una silla ostentosa (de poder proporcionarme un trono sería excelente), unas cuerdas bastante resistentes y un juego de cuchillos afilados.

—¿Eso es todo? —preguntó Liss, ligeramente sorprendida por las exigencias de aquella joven. Jennifer respondió afirmativamente y su interlocutora le pasó dos catálogos, uno de mujeres y uno de hombres para que escogiera su harén. Los contempló un par de minutos y soltó un suspiro.

—Esto de los catálogos no me agrada, son solo fotografías y datos al azar. Preferiría escoger a mis chicos en persona —pronunció arrojándolos al escritorio de Liss.

—Tenemos alrededor de trecientos individuos que cumplen con tu descripción, ¿piensas verlos a todos? —Jennifer fantaseó un momento con encontrarse rodeada de una multitud de personas hermosas entre las cuales elegir, sin embargo, resultaba poco práctico y debía volver a su casa antes de que sus padres despertaran.

—Tráeme lo mejor que tengas, diez hombres y diez mujeres, tu mejor material.

—Puedo asegurarte que todo lo que tenemos es excelente «material» —dijo Liss acentuando burlonamente esa última palabra.

—Bien, entonces no te costará elegir veinte.

—Rob, trae a diez chicos del grupo AD201 y a diez chicas del grupo TD104, no mayores a un metro setenta… Sí, de inmediato… a mi oficina —telefoneó rápidamente—. Estarán aquí en cinco minutos —respondió ella amablemente.

—La persona que me recomendó este sitio me mencionó que cobraban en especie, de acuerdo a la fantasía a cumplir. En ese caso, ¿cuál será el precio por la mía?

—El precio nunca se menciona antes de cumplir sus peticiones, no queremos asustar a los clientes. Además, ¿no valdría cualquier precio cumplir tu fantasía?

—Está bien, no insistiré con eso, pero tengo otra pregunta: si nunca le cobran un centavo a sus clientes, ¿de dónde obtienen los recursos para seguir manteniendo el negocio?

—Aunque no lo parezca, este es un negocio bastante rentable, y tenemos muchas otras formas de sustentarnos.

Justo al terminar esa frase, apareció Rob con la ansiada petición de Jennifer. Liss tenía razón, todo era excelente material, tanto que Jennifer consideró por un momento cambiar su trato y conservarlos a todos. Sin embargo, la parte de la elección iba a disfrutarla también. Los observó a grandes rasgos y confirmó que todos entraban en su descripción.

—Me decepcionas, ¿cómo pretendes que los elija en estas condiciones? —dijo ante la sorpresa de Liss, quien no parecía entender a qué se refería—. ¡Están vestidos! No podría estar segura de hacer una buena elección de esta manera.

Ella le dio la razón y les ordenó que se desnudaran; todos obedecieron sin titubear. Jennifer los examinó atentamente, todos eran tan bellos y perfectos que tuvo que ir desechándolos por nimiedades, hasta que por fin se quedó con seis elegidos: Vanessa Aime, Daniel Cifer, Viri Luna, Sally Mayer, Said Barrera y Eduardo Flores. Se les ordenó que se retiraran y Jennifer lamentó esto, pero sabía que pronto serían suyos.

—Tendremos tu habitación dentro de una hora, te ofrecería unirte a la orgía que presenciaste al llegar, pero, dados tus gustos, me parece que la sala dos te resultará más interesante. Sígueme.

Liss la llevó a lo que parecía un club fetichista (aunque de haber sido un hombre mayor de inmediato lo habría tomado como un men’s club). Música electrónica hacía retumbar las paredes y del techo prendían un par de jaulas en las que bailaban mujeres que devoraban partes de cuerpos humanos, algunas personas se acercaban a ellas y eran salpicadas de sangre. Al fondo del lugar había un escenario, por lo cual Jennifer se imaginó que en algún momento habría música en vivo o algo similar.

—Hoy tenemos un buen show, disfrútalo —dijo Liss antes de retirarse.

No transcurrieron ni diez minutos antes de que en aquel escenario aparecieran tres mujeres en corsé y faldas diminutas: una pelirroja de cabello corto, bastante alta y voluptuosa que tenía un aire salvaje; una castaña de cabello largo de baja estatura, que expelía sensualidad por cada poro; y una rubia delgada y alta que emitía cierta timidez en sus movimientos. Las tres estaban contoneándose al ritmo de Thunderkiss 65 tan eróticamente que Jennifer no pudo evitar reaccionar como todos los presentes, y se acercó al escenario a mirarlas de cerca. Un insulso hombre, visiblemente alcoholizado, tocó descaradamente el trasero de la castaña, que intercambió sonrisas con las demás bailarinas y procedió a invitar a aquel hombre a subir al escenario, mostrándole una silla en él.

El ascensor



Todo ocurrió una cálida noche de verano, de ésas en las que, aunque la temperatura es agradable e invita a dar un largo paseo bajo la luz de las farolas, da la sensación de que todo el mundo se ha puesto de acuerdo para encerrarse en casa.

Eran, más o menos, las dos de la madrugada. Había pasado varias horas vagueando ante el ordenador, así que decidí que era momento de estirar los músculos haciendo algo de ejercicio, bajando a la calle para tirar la basura y fumar un cigarro, por ejemplo.

Me calcé unas zapatillas de deporte, me dirigí a la cocina, saqué la bolsa del cubo y le hice un par de nudos. Tras cerciorarme de que no olvidaba llaves, mechero ni tabaco, cerré la puerta del piso y me dirigí escaleras abajo. Habría podido elegir tomar el ascensor, pero, teniendo en cuenta que a esos cacharros les suele dar por pararse de golpe, habría sido un error quedarme encerrado dentro con la única compañía de una maloliente bolsa de basura.

Recorrí los pocos metros que separaban mi portal de los contenedores, disfrutando del ambiente de soledad que reinaba en mi calle, unido a la tenue iluminación y la invisible caricia procedente del asfalto caliente bajo mis pies. Tras meter la bolsa en uno de los cubos, volví a mi portal y, antes de entrar, encendí un cigarrillo, disfrutando de cada calada, mientras oía en la distancia el sonido de ambulancias y coches acelerando: la banda sonora que suena de fondo cada noche en la gran ciudad que es Madrid.

Mientras daba buena cuenta de mi cigarro, eché un ojo al gran edificio de viviendas que esperaba mi regreso: Un bloque levantado a finales de los años sesenta, con paredes de ladrillo rojizo, seis alturas y una planta de garaje bajo sus cimientos, similar a los cientos de edificios que, en aquella época, el Ministerio de Vivienda construyó en toda España. Junto al portal, aún se conservaba la placa que daba fe de ello.

Mis padres fueron los primeros dueños de la casa. Tras el paso de los años, su afán ahorrador les permitió hacerse con un chalet en las afueras, por lo que yo, siendo hijo único, tuve la suerte de pasar a ser el dueño (y único habitante), de la vivienda.

Cuando acabé el cigarrillo, tiré la colilla al suelo y entré en el portal. Por un momento, pensé en subir andando hasta el quinto piso, donde vivo, pero la vagancia pudo más, así que llamé al ascensor. Cuando éste llegó a la planta baja, entré en el habitáculo.

Una de las curiosidades que tenía aquel edificio era dicho ascensor. No todos los bloques de viviendas de la época contaban con uno, y se consideraba una mezcla de lujo y suerte el poder llegar a casa en uno de estos chismes cuando se levantó el edificio. Esto hacía que la estructura fuese algo vieja: sus paredes, sus espejos y su cuadro de botones tenían más de cincuenta años. Lo que más me llamaba la atención de este último detalle era el correspondiente al garaje. Había un botón para cada piso, excepto para el sótano, en cuyo lugar había una cerradura. Todos los vecinos teníamos copia de la llave. El motivo era, según los constructores, evitar que el cálido garaje se llenase de mendigos por las noches.

Miré aquella cerradura con curiosidad. Aquella vieja cerradura. Entonces, una idea se me pasó por la cabeza. En lugar de pulsar el botón del quinto piso, eché mano al manojo de llaves que había en mi bolsillo e introduje la llave correspondiente. Para acceder al sótano, había que girar la llave hacia la izquierda, pero, ¿qué ocurriría si la giraba hacia la derecha?

Hice la prueba. Nada. La cerradura hacía tope, como era de esperar. Cabezota de mí, volví a intentarlo, girando con más fuerza. Con mucha más fuerza.

En ese momento, de forma inesperada, la cerradura cedió, poniendo el ascensor en marcha. Sorprendido ante aquello, fijé los ojos en el indicador luminoso. Mientras el ascensor descendía, aquél paso de mostrar un 0 a mostrar un -1. Pero, llegado a este piso, el ascensor no se detuvo.

Durante casi un minuto, el trasto continuó bajando, traqueteando y rugiendo como de costumbre. El indicador luminoso mostraba dos guiones intermitentes. Entonces, de repente, el ascensor se detuvo y su puerta se abrió.

Ante mis ojos se extendía un largo y estrecho pasillo, apenas más ancho que el propio ascensor. La iluminación procedente del interior de éste no bastaba para iluminar aquel pasillo, que era engullido por una tenebrosa oscuridad, y no se apreciaban escaleras que llegasen allí desde un piso superior.

-¿Hola? Mi voz retumbó por las paredes y desapareció en el oscuro espacio.

A pesar de que la situación me imponía algo de respeto, la curiosidad ante el nuevo sótano recién descubierto pudo más. Decidido a investigar aquel lugar, encendí mi mechero y abandoné la protectora luz del ascensor.

Me giré por un momento, y

Pendiente de olvidar.



Fueron raros sucesos, sucesos que mi mente no ha podido procesar, aunque, sólo quiero olvidar…

Mi nombre es Diego, estoy por entrar al segundo semestre de preparatoria. Les contaré mi situación, con la ayuda de un diario que encontré. Intenten comprender, intenten explicarlo.

Estábamos un amigo y yo, recién pasamos a preparatoria y apenas eran vacaciones de verano (antes de clases). Nos entusiasmaba la idea de entrar a una escuela con gente y profesores nuevos, todo era diferente para nosotros. Todo estuvo bien, en vacaciones nos veíamos, salíamos, jugábamos videojuegos y tocábamos música, ya que él tenía una batería y yo unas guitarras y un bajo, los cuales nos turnábamos para tocar. Fueron de esos días en los cuales no ves el tiempo pasar, sólo te diviertes… a quién no le gusta divertirse así de bien.

El tiempo se acabó, y con su fin, llegó el tiempo de estudiar. Las clases comenzaron más rápido de lo esperado, no nos dimos cuenta, pero nuestro entusiasmo hizo que no nos importara. La noche anterior al primer día de clases nos quedamos en su casa para conversar sobre lo que nos esperaba. La plática empezó conmigo.

—Oye, Alan, ¿qué crees que vaya a pasar?

—¿De qué hablas?

—Pues, entramos a esto, que es como un nivel superior en nuestra vida, creo que tienes algo en mente de lo que nos espera.

—Pues claro que tengo algo en mente.

—Dime qué es.

—No, olvídalo…

—Anda, dime.

—Es que… no quiero hablar de eso.

—¿Por qué no? Habías estado muy emocionado.

—Si, lo sé…

—Entonces, ¿qué ha cambiado?

—Fue…. fue este sueño que tuve ayer.

—¿Qué fue?

—Pues…. no te burles. Verás, yo estaba en un lugar extraño, lleno de gente, apenas se podía caminar. Después me di cuenta de que era… era una iglesia, y todos vestían formal. No conocía a nadie. De ponto, se acerca una persona, no se acerca mucho, sólo lo suficiente para hacerme saber que me estaba viendo, inmóvil, en ese sitio. El sujeto comenzó a reír, era como una risa sarcástica, y yo no entendía por qué. Me aterró demasiado ver y escuchar a esa persona, sentí todo el cuerpo entumecido, fue un terror, como si no fuese un sueño. Luego, se fue alejando, y junto con él la multitud, dejándome completamente solo…

—¿Quién era él?

—No tengo idea, sólo veía su silueta negra y unos ojos blancos mirándome.

—Y… ¿eso cambió tu forma de pensar sobre lo que nos espera?

—Es que no entiendes, no creo que sean buenas señales, eso me inquieta.

—Por favor, no creas en todo lo que ves en los sueños… o en lo que crees que significan.

—Está bien.

—Bueno, vayamos a dormir. Tenemos que levantarnos temprano en la mañana si queremos llegar a tiempo a nuestro primer día de clases.

Al día siguiente, había llegado la hora de ir a clases, pero Alan decía que se sentía mal, por lo que faltaría a las primeras horas. Pensé que quizás fue por lo de su sueño, pero no quise decirle nada y me fui a la escuela.

Cuando por fin llegó a clases, no se veía mejor, un tanto más serio de lo común, no se arregló bien… Me dio la impresión de que sólo iba por compromiso, ya había perdido el entusiasmo del todo, así que me le acerqué y pregunté:

—Oye, ¿estás bien? —Era obvio que no lo estaba.

—Sí, ¿por qué no habría de estarlo? —contestó Alan, con un tono ligeramente nervioso.

—Te ves mal, no parece que estés bien.

—Es sólo que no quiero estar aquí, hay mucha gente.

—Lo sé, es una escuela… Mira, terminando las clases te acompaño a casa, búscame en la salida, ¿de acuerdo?

—Claro, no hay problema. —Sólo que para la salida, no lo vi por ningún lado, nunca me buscó.

Al terminar unos pendientes que tuve, fui a su casa para ver qué le pasaba. Al llegar, pregunté por él, me dijeron que había salido justo después de llegar a la escuela. Supuse en dónde estaría.

Alan y yo teníamos un lugar para relajarnos, platicar un rato, perdernos del mundo. Era una bodega, que tenía tiempo sin uso y estaba algo alejada, en un lugar donde no hay mucho movimiento, sólo algunas otras bodegas alrededor. No usábamos la bodega completa, sólo un espacio, como una oficina, muy espaciosa en la cual habíamos metido unos sillones y un par de escritorios para guardar unos cuantos juegos de mesa y cuadernos de dibujo; estos últimos eran míos, me gusta mucho dibujar. Sobre uno de los escritorios había una televisión vieja, la cual conectábamos a un generador y a veces jugábamos videojuegos en ella, y en las paredes había algunos pósters de bandas musicales pegados, eran dos de Nirvana, uno de Misfits, otro de los Ramones y uno de los Beatles, que era el preferido de Alan.

Como lo imaginé, él estaba sentado en uno de los sillones que teníamos en el lugar. Estaba sentado y parecía que dormía como de costumbre cuando descansamos en ese lugar. Me acerqué a él, pero por un momento, algo me detuvo, un aire denso y la sensación de que alguien más estaba en la habitación; volteé para todos lados y no había nadie. Fue raro para mí, sentí miedo y lo sigo sintiendo al recordar esa sensación. De pronto Alan dio un salto del sillón y gritó muy asustado.

Lisa



“Ella es Lisa, es mi amiga. Mi mamá y mi papá no pueden verla, entonces dicen que es mi amiga imaginaria. Lisa es una linda amiga.

Hoy traté de plantar una flor en el patio. Traté de plantarla en la caja de arena, pero Lisa dijo que allí su papá estaba descansando, así que la planté en un vaso de lodo.

Lisa estuvo conmigo en la escuela hoy. La llevé para que la conocieran todos, pero la Srta. Monroe se enojó, porque no podía verla. Lisa se puso triste, así que escondió el borrador de la pizarra.

Ayer fue mi cumpleaños. Mami compró pizza, pero nadie vino. Lisa dijo que vinieron a la entrada y se fueron. Pero dejaron regalos. Me regalaron 3 barbies, un par de zapatos y 5 dolares. Yo y Lisa jugamos a las barbies.

Srta. Monroe no vino hoy, así que nuestra sustituta hoy se llama Srta. Digman. Ella es linda y bonita, y nos deja tener tiempo libre. Me gustaría que fuera siempre nuestra profesora.

Hoy Johnathan Parker robó mis crayones. La Srta. Digman no pudo encontrarlos, así que hizo que el me diera sus crayones. Lisa vino a la escuela tambien, pero la Srta. Digman no la puede ver. Ella dice que cree que Lisa es real.

Waking Up | Despertando


Desperté.

Está brillante aquí. Demasiado brillante. ¿Qué es este lugar? ¿Un hospital?, ¿una prisión? Tiene cuatro paredes, un catre rígido y un respiradero. ¿No hay una puerta?

Piensa… ¿Qué pasó? Algo pasó, ¿dónde estaba anoche?, ¿dónde quedé dormido? Maldición… no puedo pensar. No puedo pensar en nada. ¿Es esto alguna clase de experimento? No puedo pensar. ¡No puedo tan siquiera recordar mi maldito nombre!

Mira a tu alrededor, idiota. Paredes sólidas, encerrado en una habitación. Estoy en un psiquiátrico. ¡Eso es! ¡Soy un desquiciado! O lo era, al menos. Estoy en paz con ello ahora. ¿Estoy curado? ¿Me puedo ir?

Me levanto. Me reviso; estoy desnudo. Aunque bastante limpio, como el resto del cuarto. Todo cuanto me rodea es blanco y pulcro. Está demasiado brillante aquí.

—¿Hola?… ¿Hay alguien aquí?… ¡Necesito ayuda! —grito. No hay respuesta—. ¡Alguien, por favor, ayuda!

Camino alrededor palpando las paredes. ¿Dónde está la puerta? Tiene que haber una. ¿Qué demonios? ¡Tiene que haber una puerta!

No la hay, simples paredes. Miro bajo el catre en busca de algo, lo que fuese. Nada, tampoco.

¿Sí estoy en un psiquiátrico? Esto parece tan irreal. ¿Por qué no puedo recordar mi nombre?

—Ey, al fin te levantaste. —Escucho la voz de un hombre venir por el respiradero. Corro hacia él emocionado.

—¡Sí! ¿Qué está pasando? ¿Quién eres? —le grito entusiasmado.

—¿No recuerdas nada, cierto? —me pregunta.

—No. No recuerdo nada antes de despertarme, hace un momento.

—No te preocupes —dijo con un tono divertido en su voz—, creo que te irá bien.

¿Me irá bien?

—Por favor —ruego—, ¿qué está sucediendo?

Solo escucho silencio.

—¡Dime! —grito. Se hace eco por el respiradero, y nunca llega una respuesta.

Horas pasan.

Se me ha dejado a solas con mis pensamientos. Intento llegar a los rincones de mi mente, descubrir quién rayos soy. Esto es todo tan ajeno para mí.

Camino por las paredes sintiendo cada centímetro, buscando una salida. Tiene que haber algo. ¡No es como si este lugar se construyera a mi alrededor! ¿Por qué no puedo encontrar nada? Grito por ayuda hasta que mi garganta se seca. Si alguien está escuchando, si ese hombre sigue allí afuera, no va a responder.

Exhausto, me recuesto.

Al despertar encuentro comida. Una bandeja con pan, arroz y un filete puestos al otro extremo del cuarto. Hay un vaso con agua a un lado. Estoy muy hambriento; sin vacilar, camino para comer el platillo. Está delicioso. Cuando me lo acabo, recobro conciencia de donde estoy.

Me muevo hacia el respiradero y grito.

—¡¿Hola?!

—¡Hola! —Escucho de vuelta, en un tono alegre.

—¿Quién eres? —pregunto.

—¿Disfrutaste tu comida? —me da de respuesta.

—¡¿Dónde estoy?! ¡Déjame salir!

La curiosa

Advertencia:

El siguiente relato contiene el testimonio de una paciente que aparentemente sufrió de una posesión demoníaca. El autor advierte que el continuar leyendo puede producir un contacto no deseado con fuerzas desconocidas. Sugiere que, quienes que lean, reciten la oración de protección que se encuentra en la última página del expediente.



—¡Tonterías! —exclamó Micaela, estudiante de último año de psiquiatría, y quitó la pequeña nota escrita a mano que se encontraba pegada en la tapa de la carpeta que sostenía en sus manos—. Si no creo en Dios, mucho menos en el Diablo.

Dio una rápida mirada a su alrededor antes de continuar leyendo; estaba sola, todo a su alrededor no era más que silencio, un silencio apremiante que parecía oprimir a todo el que se atreviera a entrar en aquel débilmente iluminado sótano del instituto para enfermos mentales. Cajas llenas con expedientes e historiales clínicos de pacientes del manicomio se podían ver apiladas de forma ordenada en estantes alrededor de las paredes. Sobre un pequeño escritorio, casi sepultado por una montaña de papeles, la futura doctora acababa de encontrar finalmente —y después de mucho buscar— un caso que le serviría para su tesis de grado y que había logrado despertar su curiosidad.

Paciente: Rebeca Weissbrich.

Edad: 16 años.

Familiares:

Gerald Weissbrich, padre. Actualmente en prisión por cargos de violación, incesto y asesinato.

Anna Blomeier, madre. Fallecida. Murió al dar a luz a la menor de sus hijas.

Marianne Weissbrich, hermana. Asesinada. Fue encontrada muerta, desangrada en la cajuela del auto de su padre.

Diagnóstico: Trastorno de personalidad múltiple, esquizofrenia, epilepsia, síndromes neurológicos tangibles. Poseída por el demonio.

Doctor: Christian M. Goldbeck.

Observaciones: Duerme en el suelo, come arañas, moscas, tierra y bebe su propia orina. Grita en su habitación por horas hasta que escupe sangre, rompe crucifijos, cuadros de Jesús, se rasga la ropa…

A continuación una transcripción de la última entrevista realizada a la paciente por el doctor Goldbeck. Al día siguiente esta se suicidó ahorcándose con las sábanas de su cama.

—¡Vaya! Este parece ser un caso interesante —se dijo al observar las aclaraciones escritas a mano y continuó leyendo el informe.

—Todo comenzó cuando mi hermanita menor me confesó un terrible secreto: «Creo que mi habitación está embrujada», me dijo. «Por las noches siento que me visita una presencia maligna, me observa mientras duermo, me domina, y me lastima». Si me hubieran preguntado en ese entonces si creía que algo así pudiera pasar… No, ni en un millón de años.

—¿Eso quiere decir que ahora crees en fantasmas, Rebeca?

—Oh no, no era un fantasma, doctor. Estaba consciente de que era algo mucho peor, algo diabólico. Todo fue empeorando, las cosas con mi hermana se pusieron muy feas.

Te advierto, no deberías continuar leyendo esto.

—Dime, ¿qué pasó con ella?

—Días antes de su muerte, Marianne murmuraba por toda la casa que «los demonios la seguían». Esto hacia que hasta mi padre la evitara; todos se alejaban de ella, excepto yo. Siempre me gritaba que la dejara sola, pero nunca lo hice, era mi hermanita pequeña, y además…

—¿Sí?

—Yo… no le creía.

—Te comprendo Rebeca —murmuró Micaela en voz baja y rápidamente dio la vuelta a la hoja, movida por las ansias de saber qué pasaría a continuación. Obvió por segunda vez la inquietante advertencia escrita a mano.

—Nunca había visto algo así. Después de un tiempo, Marianne me dijo que sentía que había sido poseída por el Diablo. Los crucifijos en su cuarto se volteaban hacia abajo misteriosamente y las ventanas se rompían como si alguien las hubiera estado aporreando; luego comenzó a tener violentas sacudidas que estremecían todo su cuerpo, además de posturas corporales humanamente imposibles. Mi padre se negaba a llevarla a la clínica, pero cuando empezó a vomitar y a dejar de comer, finalmente lo hizo. Le diagnosticaron epilepsia y nos dieron una noticia perturbadora…

El Maestro

Belinda Ramos es filmada por el asesino

Deslizaba su mano por el brazo desnudo de su próximo «trofeo». Notaba como tenía el vello endurecido, erizado de puro terror. No podía huir, ni tampoco gritar; nadie la escucharía. Se había encargado de ello. Le excitaba contemplar y sentir el miedo que imbuía sobre sus víctimas.

Era una sensación emocionante y le proporcionaba una enorme satisfacción cuando se exploraba a sí mismo y descubría nuevos métodos de ejecución, cada cual más ingeniosos y retorcidos. Su víctima, una joven de tez pálida y cabello de color pajizo, le observaba aterrada con aquellos ojos azules de color intenso. Examinaba su rostro delicado; su suave piel le parecía que brillaba con la sangre que por sobre su brazo izquierdo resbalaba.

Era una sala iluminada por varios reflectores apoyados en un soporte vertical de color negro; su luz se proyectaba en derredor de una mesa ovalada de madera. Varias cámaras, colocadas en distintos ángulos, filmaban la escena.

—Nadie puede saber el daño que ocasionará con sus actos —dijo con voz pausada y grave, sacada de ultratumba. Tenía un distorsionador de voz. Se autodenominaba “El Maestro”.

»Excepto yo —entonó con énfasis—. Conozco el cerebro humano —dijo, dirigiéndose hacia ella. Estaba a su lado, acariciándole son suavidad la mejilla y retirándole de la cara unos mechones de pelo rubio manchados de sangre. Un guante de esparto resquebrajaba su piel—. Sí, es cierto. Usted pensará que soy un asesino sin escrúpulos. ¡Pero no! ¡No! ¡Se equivoca, preciosa! Digamos que soy… un justiciero. O un maestro que solo intenta educar al alumnado que suspende los exámenes. Sí, podría llamarme así. ¿Mi labor? Oh, me temo que no servirá que se la diga. ¿Sabe? No quiero hacerle sufrir más. Voy a terminar con su funesta vida. Será rápido. En el fondo, la comprendo. Entiendo sus actos de rebeldía, sus preocupaciones, sus ambiciones, sus deseos lascivos con aquel jovencito... Tus padres siempre pensaron que detrás de esa fachada puritana que intentabas hacer creer a todos, se escondía una coima, o como decís los jóvenes: una zorra.

—¡Vete a la mierda, hijo de puta! —le escupió. Una ráfaga de saliva salió disparada hacia su mejilla, pegándose en ella.

Se rió durante unos instantes, agachando la cabeza. Cubría su rostro con una máscara. Era aterradora, escalofriante. Esbozaba una sonrisa amplia, revelando unas fauces putrefactas, donde los dientes estaban rotos y torcidos; la tez era grisácea, siendo acentuada por la luz de los focos, simulando dos pequeñas cicatrices en las sienes, y una que cruzaba en diagonal el párpado izquierdo; unas sombras negras rodeaban ambas. Sus ojos carecían de vida, dejando al descubierto un abismo sin fondo, donde los demonios que se ocultan en el interior de los humanos permanecían aislados, contemplando aquellos osados que se atrevían a caminar por el filo del destino; los deseos más atroces eran presenciados por ellas. Una larga cabellera medio ondulada, tan negra como la tinta, se alzaba tras su máscara abierta.

La respiración de la joven se agitaba a ritmo constante, como una locomotora. Era renuente a arrojar el último hálito de su vida, mas era consciente de que su final se acercaba, esta vez, a ritmo vertiginoso. La incertidumbre por la forma en la que moriría se mantenía desde que despertó, desorientada, en aquella habitación rodeada de focos. En el preludio del fatídico desenlace de su historia, la cual todavía tenía numerosos capítulos que escribir. Entre esas páginas en blanco se encontraba el remordimiento que sentía por haber discutido con su familia unas horas, días o incluso semanas antes. Desconocía el tiempo que llevaría sumida en ese infierno, pero su mente todavía recordaba como respondió con exabruptos a las condiciones impuestas por sus padres antes de salir de casa aquella noche. La última noche. Desatendió los consejos, demostrando la rebeldía que la conduciría hacia su muerte.

El hombre alzó nuevamente su cabeza y se dirigió a las cámaras.

—¡Ustedes son testigos! Testigos de que le he dado una oportunidad a esta idiota de morir honradamente. Iba a ser condescendiente con ella, sí; iba a ahorrar el sufrimiento de una muerte lenta y agonizante. ¡Pero no! —dijo, alzando el dedo e irguiendo su postura—, prefirió faltarme el respeto. Y tendrá la muerte que se merece.
Se acercó a una mesa de mayo que se encontraba aislada, en la oscuridad. Agarró un tarro de cristal y regresó hacia la joven.

—Veo que estas pequeñas no son de tu agrado, ¿cierto?

Los Maestros de Ryan


ADVERTENCIA: Lo Que Se Publica En Esta Pagina, Tiene El Fin De Entretenimiento.
La sigiente historia no se recomienda leer para personas moralistas o de mentes debiles.
Contiene descripciones graficas y sexuales, No nos hacemos responsables por daños mentales.
ATTE: Kevin Mendoza



Ryan, sentado en su ostentosa y alta silla de cuero café con botones inscrustados, la miraba con atención, y constantemente revisaba la grabadora temeroso de que ésta pudiera detenerse por puro capricho. Ella recostada en un gran sillón del mismo color y textura que la silla —sin duda, obras del mismo artesano— agitaba regularmente su cabeza de un lado a otro como queriendo no ver algo en la visión de sus ojos cerrados.

—¿Qué ves?— le preguntó él.

Ella se quedó en un silencio escrutador y le respondió después de unos segundos:

—Una habitación, estoy caminando por el interior de una casa muy grande. Los muros son de bloques de piedra color gris…

Ryan anotó muy rápido, con la inherente caligrafía ilegible de un médico, en la pequeña libreta que tenía entre sus manos, esperó un momento a que ella continuara, pero ésta no lo hizo, y aclarándose la voz con un disimulado carraspeo la interrogó de nuevo:

—¿Puedes identificar la época o el lugar en el que estás?

—No, no lo sé…, no hay nada, las habitaciones están casi vacías, sólo hay unos cuantos muebles sucios, llenos de polvo y telarañas…, parece una casa abandonada.

—¿Qué tipo de muebles? ¿se ven antiguos, modernos…, lujosos?— le insistió, sin soltar la libreta y llevándose el lápiz a la cabeza para tocar suavemente una de sus sienes en evidente postura de reflexión y análisis.

—Sí, son antiguos, muy antiguos. Y también se ven lujosos…, caros.

El doctor mostrando un tenue semblante de ansiedad, le preguntó sin antes darle una nueva oteada a la máquina grabadora:

—¿Cómo eres?…, mírate y dime cómo eres.

Caroline levantó un poco la cabeza y miró su cuerpo con los ojos cerrados —soy hombre, mi ropa es negra, toda negra, visto pantalones de lino y un largo abrigo de paño hasta las rodillas. Los zapatos y toda la ropa se ven impecables, como recien hechos— alzó las manos frente a su rostro girándolas sobre su dorso y exclamó asombrada:

—…¡Dios mío! ¡mis uñas son muy largas!, parecen manos de mujer…, mi piel es pálida…, blanca como porcelana, los dedos finos y largos, y las uñas muy crecidas.

—¿Sabes tu nombre?

—No lo sé…, no lo recuerdo —se quedó en silencio por unos segundos y habló a continuación con su voz entrecortada —…, tengo miedo…, aquí está muy helado…, hace mucho frío.

—No va a pasar nada Caroline, ten calma, ¿hacia dónde te diriges? ¿qué estás haciendo ahora?

La mujer movió sus globos oculares bajo la delgada piel de sus párpados y respondió:

—Estoy bajando por una escalera de piedra, es como un túnel muy obscuro y al fondo se ven algunas luces…, creo que son antorchas.

—Trata de ver qué hay al fondo. Observa bien qué te rodea.

Caroline se demoró en responder, el doctor no la presionó y la esperó pacientemente mientras descubría con su mirada unas formadas y firmes piernas bajo la falda de cotelé azul, casi se olvida de la razón por la que estaban ahí cuando ella habló y lo espantó de su prohibida admiración.

—Estoy llegando, parece que es otra habitación…, sí, es otra habitación, y muy grande; hace mucho más frío. !Dios mio!, estoy en una cripta o algo así…, hay varios ataudes, es un mausoleo inmenso. Hay muchas velas y cirios encendidos…, no son antorchas las que se veían, son cirios.

Ryan no se inquietó con la descripción de su paciente, al contrario, con su voz más segura le interrogó:

—Entonces…, ¿estás muerta?

—Sí— respondió al instante, tan segura de lo que decía como el doctor de lo que preguntaba —estoy muerto, no respiro… Tengo miedo Ryan.

El psiquiatra se inclinó hacia adelante en su silla y posó una de sus suaves manos sobre las de Caroline de modo consolador:

—Tranquilízate— le dijo —, no pasa nada, respira profundo, todo durará un segundo, trata de adelantarte en el tiempo para pasar a otra vida.

El semblante de ella estaba alterado, respiraba en forma agitada, sus movimientos oculares se hicieron vertiginosos, lo que veía o sentía estaba sobrepasando sus capacidades, y más que hablar, gimió —el olor es asqueroso, tengo deseos de vomitar. !Estoy dentro de un ataud!…, ¡tengo miedo! ¡sácame de aquí por favor!

Ryan, ahora parado —levemente agachado— y con ambas manos sobre las de Caroline le decía subiendo la intensidad de su voz —Caroline, sale de tu muerte. Elévate hacia los maestros. Deja esa vida atrás, quiero que pases a la siguiente.

—No puedo, la muerte no deja elevarme…, por más que trato no puedo…

—Si puedes.

—¡No puedo!

Ella se veía mal, aflijida, pero el doctor no consideró prudente despertarla de la hipnosis, aún no había conseguido la información que buscaba, y molesto por la incapacidad de ella de seguir sus instrucciones, con un tono estrictamente autoritario, le ordenó —¡concéntrate!, ¡hazlo Caroline!, flota en tu mente… ¡Adelántate en el tiempo! ¡conéctame con los maestros!, sobrepasa ese momento final. Estás muerta— y excitado, con una fe enorme y firme en lo que decía, le exigió de manera solemne, como si de su laringe emanara la orden omnipotente que levantó a Lázaro de su tumba —, ¡elévate y nace de nuevo!

Poco a poco ella redujo el precipitado movimiento de sus ojos y de su cabeza, así como el ritmo de su respiración, hasta que su estado se vio totalmente normalizado; después de unos mudos momentos, habló —ahora estoy en un poblado; es de noche. Ando por una estrecha calle de adoquines…

El psiquiatra con una ligera sonrisa de satisfacción en su rostro le preguntó —¿Puedes identificar la época o el lugar?

—Hay muchas casas antiguas, creo que son europeas…, suecas u holandesas quizá. No hay luces, pero puedo ver perfectamente en la obscuridad. Hay algunas personas conversando, pero no me ven, sólo un perro asustado percibe mi presencia… Tengo hambre, Ryan.

Dubitativo, calculando una fecha y un lugar en la historia humana, le argulló —ya tendrás tiempo para comer; dime, ¿quién eres ahora?

Caroline hizo los mismos gestos anteriores, y los de todas las sesiones pasadas, levantando su cabeza y sus manos para mirarse y describirse a ojos cerrados —no lo sé. Pero soy hombre…, estoy vestido de negro, entero, con un gran abrigo grueso hasta más abajo de las rodillas, mis manos son blancas, y mis dedos muy finos…, tienen uñas largas, como los dedos de un artista.

En la cara del doctor se dibujó una mueca contradictoria, de extrañeza y desencanto, y acomodándose inquieto en su pomposa silla, le replicó —no puede ser , ya visitaste esa vida. Aún estás en tu existencia anterior, debiste de haber retrocedido. Flotaste hacia atrás en vez de adela…

—¡No lo hice! —lo interrumpió ella de modo impetuoso, y agregó —, siempre fui hacia adelante.

Caso de homicidio 911003




Sala de reconocimiento de delito de gravedad máxima entre menores de edad. Lugar del hecho:

Instituto de educación secundaria Alfonso XIII; hora del delito: 03.20 aproximadamente; grabación hallada en el teléfono móvil de uno de los presuntos autores del crimen. Hora del reconocimiento:

22.34 por un oficial de guardia en la comisaría de policía central de Sevilla en Alameda de Hércules.

El oficial le da al play de la grabación. Las primeras imágenes eran de una chica en una silla, seguramente atada a ella con los ojos vendados con una cinta. En la boca llevaba lo que parecía unos calcetines. La chica en cuestión no debe de pasar de los dieciséis años. Se acerca un nuevo individuo; esta vez un chico, que al igual que la chica no debe de tener mas de quince o dieciséis años. Le quita la venda de los ojos, aunque la chica no abre los ojos. El sonido, aunque distorsionado debido a la mala calidad del audio, daba a entender que el chico insultaba a la chica; aunque esta no reaccionaba.

El chico soltó una bofetada, bofetada que habría derribado a la chica de la silla si no hubiera estado atada. La chica gimió, miro al chico con desprecio y le escupió. Esto provoco que el chico le soltase otra, con tanta fuerza que esta vez si que derribo a la chica con silla incluida. Una vez en el suelo, la chica recibió numerosos puntapiés del chico. Entonces, el cámara le dijo al chico que eso no le haría nada, que debía de pasar a algo más efectivo. Debido a la proximidad de la voz del cámara al móvil, se escucho perfectamente. El chico agresor sonrió y miro a la chica desplomada en el suelo. Entonces la mirada de la chica paso de un odio profundo, a verdadero terror. Incorporaron a la chica, todavía en la silla. El agresor salió del plano un momento para volver con un cuchillo de sierra. Empezó a sesgar la ropa de la chica, aunque esta se intentaba defenderse de alguna manera retorciéndose. Ya le habían roto la camiseta que llevaba puesta. Otra bofetada. Volvió a empuñar el cuchillo y esta vez le desprendieron del sujetador. Otra bofetada, acompañada de un puñetazo que le hizo sangrar el labio.

El cuadro de la anciana


Los 94 años de mi abuela habían llegado a su fin, la conocí desde muy niño por la razón de que vivíamos en la misma casa. Su herencia claramente estipulaba que aquella casa quedaba a mi nombre, pero que por respeto debía dejar los cuadros y muebles donde estaban.

Siempre que de niño iba al segundo piso a llevarle una sopa a mi abuela cuando estaba enferma, pasaba por el pasillo mirando al suelo para no tener que ver el horrible cuadro colgado en la pared. El cuadro de una anciana de mirada penetrante.

Nadie nunca me contó algo de ella, pero como exigía la herencia, no debía mover el espantoso cuadro de su lugar.

Un día como cualquier otro, me levanté a preparar mi desayuno, y casi me llevo un susto con el cuadro. Veía a la nada con una mirada tan tétrica… parecía que había cambiado el gesto que mostraba normalmente, frunciendo el ceño, como intentando ver algo a lo lejos. Era sumamente espantosa.

En medio del susto, sólo reaccione echándole una sábana encima, que quedó colgando de tal forma que cubría el cuadro. Durante todo el día me pasé por el pasillo sin tener que ver ese rostro mirándome.

Ya al caer la noche, pude escuchar un ruido muy sigiloso. Al salir al pasillo para ver de dónde había provenido el ruido, pude notar que la sábana se había caído. Mi corazón dio un vuelco. Ahora el rostro de la anciana me estaba sonriendo de una manera macabra, mostraba sus malgastados dientes y se notaban exageradas arrugas en su rostro. Realmente no sabía por qué mi abuela apreciaba tanto a ese cuadro, y me intrigaba más que ella no lo encontrara horrible. Fue un martes por la mañana cuando casi me da un infarto por algo que llegué a ver.

Estaba desayunando mi clásico café y empanedado de pollo, al momento que noté una cabeza asomándose por el extremo de la puerta para verme.

Pegué un grito que se debió de haber escuchado en toda la cuadra, a la par que la cabeza se escondió rápidamente. Salí al pasillo a ver qué era lo que había pasado, pero no vi nada: nada aparte de ese horrible cuadro, que de nuevo había cambiado los gestos de su rostro.

Estaba seria.

Yo sabia perfectamente que esa cabeza que había visto era la de esta mujer; no sé cómo, pero había estirado su cuello para vigilar lo que hacía.

La noche siguiente decidí hacer algo más inteligente. Coloqué una cámara delante del cuadro, con la intención de comprobar si era de éste de donde salió la cabeza, o si en verdad el cuadro hacía movimientos extraños. La dejé grabando tres días, en los cuales salí fuera de Lima a otro departamento de mi país. Al tercer día, subí directamente al segundo piso para ver las condiciones del cuadro y de la cámara. El cuadro cambió una vez más, ahora estaba enojada, tenía una expresión llena de rabia y de furia, sus ojos brillaban de odio… ¿por qué?

Pasé a revisar lo que había capturado mi cámara en los tres días que estuve ausente. El primer día no hubo movimiento alguno hasta que cayó la noche, pude ver claramente cómo la cabeza del cuadro miraba a los lados, quizá revisando si había alguien cerca, y después vi cómo estiraba su cuello y salía del cuadro.

Emulador de Sueños



Lo peor que hice en mi vida ocurrió hace doce años, cuando tenía dieciséis y vivía en Cleveland, Ohio. Fue al comienzo de otoño, cuando las hojas estaban empezando a tornarse naranjas y la temperatura comenzaba a decaer, haciendo alusión al torrente frío que estaba a pocos meses de distancia. La escuela acababa de empezar, pero toda la emoción de regresar y reunirse con los viejos amigos había sido sustituida por la idea de que estábamos cautivos en un lugar que sólo quería cargarnos de trabajo.

Naturalmente, mis amigos y yo estábamos dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de recordar cómo era cuando no teníamos obligaciones, aquellos días de verano libres de responsabilidades.
A principios de ese año, uno de mis amigos del trabajo —en McDonalds, que algunas personas creen que es algo poco convincente, pero la pasé bien allí— me había enseñado una técnica para «morir» con la ayuda de un asistente y regresar a la vida a los pocos segundos.

Funcionaba así: la persona haría diez respiraciones largas y profundas, y en la décima cerraría sus ojos, apretando los parpados y conteniendo la respiración tan firmemente como le fuera posible, mientras cruzaba sus muñecas sobre el corazón. Entonces el asistente le daría un abrazo fuerte desde atrás, apretando las muñecas de la persona contra el esternón. En cuestión de segundos ésta perdería la conciencia. El efecto dura sólo un segundo o dos, pero pareciera que hubieses estado fuera de tu cuerpo por horas, y cuando retomas la conciencia, la sensación de desorientación, de no saber en dónde demonios estás o qué estás haciendo allí, es impresionante.

Sé que algunas personas dirán, «¿Qué carajo? ¿Sos retrasado o algo así?», y sí, ahora sé que probablemente matábamos millones de neuronas cada vez que «moríamos»; pero yo era un joven de dieciséis años, aburrido a más no poder y creía que era genial. Os alentaría a probarlo para que lo experimentaseis por vuestra cuenta, pero luego de lo sucedido, nunca se lo recomendaría a nadie.

Otro efecto secundario interesante de esto, que fue en realidad la razón por la cual lo hacíamos, es que mientras permaneces «fuera» de tu cuerpo, siempre estás lúcido y tienes sueños vívidos que puedes recordar fácilmente al despertar (después de todo sólo te has dormido por unos segundos).

Éramos buenos chicos y nunca probaríamos drogas, así que para nosotros esto era lo que el LSD era para un hombre pobre.

Las visiones o sueños están relacionados de alguna forma con lo que veías justo antes de morir. Por ejemplo, una vez soñé que estaba escalando una montaña, estaba en la cima del Himalaya o algo así, pero había un pasamanos. ¿Quién diablos pone un pasamanos de escalera a 6,000 metros de altura?

Cuando volví a mi cuerpo y recordé en dónde estaba, me di cuenta de que había estado mirando la escalera que se encontraba en una esquina de la sala de estar de mi novia. En otra ocasión, tuve una visión de Pedro Picapiedra sonriendo y levantando sus manos delante de un mural con el logotipo de la ERAD (Educación de Resistencia al Abuso de Drogas, un programa en el cual policías enseñan a los niños de escuelas públicas sobre estos asuntos), y cuando volví a mi cuerpo pude ver que mi amigo Brett tenía el mismo logotipo en su camiseta. Ahora, de dónde salió Pedro Picapiedra, no tengo idea.

Nuestras visiones siempre eran sobre cosas mundanas, nunca nada raro. Hasta ese día. Como dije, hacía un mes que estábamos en época de clases y hartos de ella. Habíamos salido a pasar el rato afuera, estábamos sentados en las vigas de las torres de alta tensión, en la parte de abajo. Mi amigo Mike subió hasta el segundo nivel de las vigas para estar más alto.

Era un cálido día de octubre y el cielo estaba gris. Lentamente, el cielo fue oscureciendo cada vez más; y en Cleveland eso probablemente significaba que en cualquier momento la temperatura podría descender y, si éramos realmente desafortunados, una lluvia helada podría empezar a caer. El aire estaba pesado y se podía oír el leve zumbido de los cables de alta tensión sobre nosotros.

Definitivamente no quería pasar los últimos momentos de una linda tarde de sábado subiéndome a una torre de alta tensión, saltar al suelo y quejarme luego del dolor en mis pies, sólo para hacerlo una y otra vez como estúpidos.

—Hey, ¡vamos a morir por un rato! —dije. Para ese tiempo, dejar nuestro cuerpo no era tan divertido como cuando lo descubrimos, pero era mucho mejor que lo que estábamos haciendo. Vince estuvo de acuerdo, al igual que Richard, pero Mike, el que saltaba desde más alto de la torre, preguntó de qué carajo estábamos hablando.

—Joder, ¿nunca te indujiste el desmayo antes? —preguntó Vince. Mike respondió que no, él había pasado todo el verano en casa de su madre y no estaba al tanto de lo que nosotros habíamos hecho—.

Amigo, ¡tienes que probar esto! Mira, te mostraremos.

Vince y yo nos bajamos de la torre, cayendo de pie en el césped. Yo hice las diez respiraciones, apreté los ojos y contuve la respiración. Entonces sentí a mi amigo presionar sus brazos contra mi pecho y, de repente, como si fuese lo más natural del mundo, una langosta gigante estaba trepándose a una de las torres, bajo el mar. Algas marinas crecían del fondo de arena bajo mis pies. Lo siguiente que recuerdo es que cuando desperté Vince y Richard me estaban preguntando, «¡Amigo, ¿qué has visto?! ¿Qué has soñado?». La parte de atrás de mi cabeza me dolía mucho, me estaba matando.

—Mierda, ¿me dejaste caer? —pregunté. Yo no era muy pesado, pero Vince era bastante débil. Él solo se quedó mirándome, y Richard me dijo que sí me había dejado caer. Me preguntaron nuevamente qué vi. Me froté la cabeza y les dije que una langosta, que estaba pellizcándole la cabeza a Vince con sus tenazas. Me volví hacia Mike, y le dije:

—¿Ves? ¡Es increíble! ¡Tienes que probarlo!

—Y una mierda —respondió—, no me fío lo suficiente de ninguno de ustedes como para hacer eso.

—¡Vamos hombre! Tienes que probarlo; no es más peligroso que estar trepado allí. Te prometo que no te dejaré caer como este idiota lo hizo conmigo —le persuadí.

Lo consideró por un momento. Luego saltó de donde estaba, se incorporó y dijo:

—Bien, una vez.

Repitió las diez respiraciones profundas conmigo de asistente para asegurarse de que no lo dejaríamos caer. Contuvo la respiración y yo lo ayudé a caer en ese otro lugar. Sentí el cambio de peso en su cuerpo, y él era un tipo robusto, así que me aseguré de bajarlo lentamente para que no se lastimara. Justo cuando tocó el suelo, volvió en sí.

Despertó gritando.

Con los pies en el agua



Por Dios, son ya varias horas en cautela, no sé en donde me encuentro, tal parece mis pies están sobre una bañera, el olor es horrible, me encuentro sobre un líquido acuoso y muy asqueroso, su color es oscuro casi como la sangre, tal vez un poco más, solo puedo recordar el instante en el cual me dirigía a mi entrevista de trabajo, mi cuarta en el mismo día!, de repente sentí un golpe fuerte en la cabeza, y ahora me encuentro sobre esté líquido que parece tener por dentro algo extraño, algo que sin cautela recorre los dedos de mis pies, tengo miedo y terror, a lo que pueda estar pasando, observo hacia arriba y encuentro fotos mías con maggie (mi novia) en diversos lugares que hemos visitado atreves de nuestra relación, un temor inexplicable abunda mi alma, la figura de ella aparece en mis recuerdos, sus olores y aromas, aquellos que hoy se hacen lagrimas por esta situación, vuelvo la vista hacia la bañera intento usar mis manos para liberarme de la misma, pues mis pies se encuentra encadenados al soporte de esta, y mis manos se encuentran también atadas con cadenas hacia el techo, que situación es esta me pregunto?, tal vez sea un sueño me contesto, pero no es así.

Veo en el agua que se encuentran sobre mis pies bañados unos animales muy peculiares, con terror intento mirar con más cuidado y encuentro que mis pies están entrelazados con culebras, peces muertos, y otros cuantos insectos que me producen un asco inmenso, vomito sobre mi pecho, ahora, lloro con temor a morir, intento liberarme bañado en mí propio vómito, pero es tan inútil, de repente logro ver una sombra en la esquina de la habitación, es una sombra pequeña, con una sonrisa agigantada, una espalda que parece jorobada. Ahora que ocurre?, me pregunto, estoy con gran asombro sobré esta situación, con temor logro liberar uno de mis pies de las cadenas, no sé cómo, pero fue algo escalofriante ver como mis pies se encontraban cubiertos de cucarachas, y una verrugas del tamaño de mis testículos, es aterrador este momento, veo como la dedos de mi pie se van derritiendo, y un dolor inmenso aparece sobre estos.

El pequeño hombre que se hallaba en la esquina de la habitación se acerca a mí, con cautela, y a la vez con temor, su sonrisa desaparece por segundos, hasta que intenta abalanzarse sobre mí para morder los dedos de mis manos, aterrado y preocupado lloro sin contenerme, por suerte! Ese asqueroso ser también se hallaba encadenado hacia la pared, no puedo hacer más que asustarme, pero logre ver su rostro, este! tiene la apariencia más escalofriante que halla visto, unas verrugas como las de mis pies están en su cara, sus labios hinchados tienen sangre, tal parece morada, sus ojos son saltones y venosos, parece que se le fueran a salir, en su cabeza posee tres cruces de Jesucristo pero al revés, increíblemente se me ocurre rezar un padre nuestro y el sujeto lentamente, paso a paso, se aleja de mí, al terminar la oración intento hablar con el sobre lo que está ocurriendo, pero él continua con su silencio sepultador , es un terror impresionante, de nuevo logro sacar mis pies de la bañera, rompo las cadenas, que parecen estar oxidadas por el líquido de la que en esta flota , pero mis manos también están encadenas así que no puedo terminar de escapar.

Sangre En Mi Cuerpo



Los sonidos en mi habitación son inestables, apenas si abro los ojos y observo mi soledad, mi cuerpo se siente agotado, con magulladuras, me levanto levemente de mi cama y siento como bajan por mis rodillas y piernas la sangre de mi cuerpo, esta es tensa y huele tan mal, el olor a estiércol cubre toda mi casa, en mi habitación un raro hedor brota del armario, antes de que me dirija hacia el observo mi cuerpo, este inundado de sangre, justo en ese instante observo algo, de repente mis testículos no están donde deben de estar, me asusto y al darme cuenta siento un dolor fuerte en mi mano izquierda, que ocurre! 

Me pregunto cuando observo que no tengo los dedos de esta mano, no recuerdo nada de lo que ocurrió ayer, asustado y con lágrimas recubriendo mis mejillas, observó en mi mesa de noche, mis testículos y mi pene se hallan enfrascados, en algo que parece ser un recipiente con alcohol, preocupado lo tomo con mi mano derecha, (la que está completa), asustado y tembloroso este resbala de mis manos cae con precisión al suelo y se estalla por completo, mis testículos enjuagados en alcohol junto con mi pene se desbordan por la habitación, recordando una escena anterior, corro hacia el armario, lo abro y en él un perro cubierto de vino y sangre cuelga sin su pene, lloro sin contenerme y caigo al suelo, doy la vista hacia atrás y encuentro a mi esposa debajo de la cama, que escena más horrible!, me paro del suelo con la angustia más impaciente, y corro a donde ella, ya es tarde, sus senos se encuentran magullados como si hubieran sido mordidos con por cualquier animalejo, intento levantarla, pero al hacerlo tomo su espalda y noto que está recubierta de estiércol y sangre, pero que es esto, parece una brujería o una mala pesadilla, cierro los ojos y los vuelvo abrir después de unos segundos, intentando pensar que esto sea solo una pesadilla, los abro y todo sigue igual, mientras me desangraba por la falta de mis testículos y pene, mi esposa estaba en mis manos, doy el giro de su cuerpo observando su espalda con más claridad, y observo una frase algo corta escrita con la misma sangre, esta dice algo así: 

Las sombras en la puerta




La familia Fernández de 5 integrantes, esta estaba formada por Ramiro y Alejandra,  Juan el hijo menor y el más travieso, Dalila la del medio y también la más dedicada, Martin, el mayor, le gustaba escribir sobre poesía y ciencia ficción. Esta Familia muy unida vivía en la ciudad de Mendoza, Argentina,  en el barrio Don Bosco, recién se habían mudado a esa zona, así que no conocían muy bien la casa. 

   Al entrar a la casa se sintieron atraídos por la belleza de la vivienda. La primera noche se escuchaban ruidos muy raros en el sótano y en el entre-techo, eran ruidos muy peculiares ya que se podían distinguir niños cantando, no sabían de donde provenía, recorrieron la casa buscando el origen de todo lo que estaba pasando pero no hallaron nada.

  Al siguiente día de lo sucedido la familia desesperada decidió llamar a un sacerdote de iglesia y decirle a la familia que sucedía, el padre les explico que habían fallecido muchos niños ya que era un antiguo hospital que un día se incendió con todos los niños y el personal adentro. Los niños estaban muy asustados y esa noche decidieron dormir juntos, a la madrugada empezaron a escuchar pasos provenientes del armario todos se levantaron a ver que era y no vieron nada. 

  A el día siguiente los niños tras ya no poder más con el miedo le pidieron dormir con ellos en la pieza más grande denominada "La pieza oscura", ya que no tenía ventanas, Esa noche durmieron con la puerta abierta así tenían un poco de luz, aproximadamente a las 4 de la madrugada escucharon gritos fuertes en la cocina y se levantaron alterados a ver que era, la sorpresa que se llevaron cuando miraron a la puerta y vieron la sombra de un niño sin piernas y totalmente desgarrado con la piel en estado de putrefacción.

La hora de dormir | Bedtime



Después de leer miles de creepypastas, me olvidé de pensar que alguna vez sentiría el miedo que los primeros me hicieron sentir. Esta historia corrigió eso, al punto de no poder controlar la velocidad con la que mis ojos se comían las palabras, llegado el momento.

Se supone que la hora de dormir debe ser un momento feliz para un niño cansado; para mí era aterrador. Mientras que algunos niños pueden quejarse por ser enviados a la cama antes de que hayan terminado de ver una película o jugado su videojuego favorito, cuando yo era un niño, la noche era algo a lo que temer realmente. En algún lugar de mi mente lo sigue siendo.

Como alguien que ha sido instruido en las ciencias, no puedo demostrar que lo que me pasó fue objetivamente real, pero puedo jurar que lo que experimenté fue terror genuino. Un miedo que en mi vida, me alegro de decir, nunca ha sido igualado. Voy a relatarles todo lo mejor que pueda; tómenlo como mejor les convenga. Yo estaré contento con solo sacarlo de mi pecho.

No puedo recordar exactamente cuándo inició, pero mi aprensión hacia conciliar el sueño parecía corresponder con haber sido trasladado a una habitación propia. Tenía ocho años de edad entonces, y hasta ese momento había compartido una habitación con mi hermano mayor. Como es perfectamente comprensible para un niño cinco años mayor que yo, mi hermano finalmente pidió una habitación para él solo y, como resultado, se me entregó la habitación en la parte trasera de la casa.

Era una habitación pequeña, estrecha, y sin embargo extrañamente alargada, lo suficiente como para alojar una cama y un par de muebles, pero no mucho más. Realmente no podía quejarme; incluso a esa edad, comprendía que no teníamos una casa grande y no tenía ningún motivo válido para estar decepcionado, puesto que mi familia era tanto amorosa como protectora. Fue una infancia feliz, durante el día.

Una ventana solitaria daba a nuestro jardín trasero, nada fuera de lo común, pero incluso durante el día la luz que se colaba en esa habitación parecía casi vacilante.

Mientras que mi hermano recibió una nueva cama, a mí me dieron la litera que solíamos compartir. Aunque me sentía mal por tener que dormir a solas, estaba emocionado ante la idea de poder dormir en la cama de arriba, lo que me parecía mucho más audaz.

Desde la primera noche recuerdo una extraña sensación de malestar abriéndose paso desde el fondo de mi mente. Me tumbé en la cama de arriba, observando mis figuras de acción y coches regados sobre la alfombra azul. En tanto batallas y aventuras imaginarias tenían lugar entre los juguetes del piso, no podía evitar sentir que mis ojos estaban siendo lentamente arrastrados hacia la litera de abajo, como si algo se moviera en el rabillo del ojo. Algo que no quería ser visto.

La cama estaba vacía, arreglada impecablemente con una manta azul oscuro que cubría de manera parcial dos almohadas blancas algo flácidas. No reflexioné más sobre ello en aquel momento, era un niño, y el ruido de la televisión de mis padres deslizándose por debajo de mi puerta me envolvía en una cálida sensación de seguridad y bienestar.

Me quedé dormido.

No leas esto


Debes creerme. Tengo que darte un consejo y tú debes seguirlo sin preguntar: debes dejar de leer esto y pasar directamente hasta el último párrafo. Hazlo sin leer cualquier otro párrafo, y hazlo ahora. Por favor… confía en mí.


Lo que ocurra ahora es completamente tu culpa. Fallaste la prueba y ahora estás en peligro. Yo no quería escribir esto, Ellos me hacen es escribirlo. Mis dedos están sobre el teclado, y tus ojos en estas palabras. Pase lo que pase, no mires hacia otro lado que no sean estas palabras. Continúa leyendo hasta que yo diga lo contrario. Y cuando te diga lo contrario, haz exactamente lo que diga. Porque si no lees esto exactamente como te estoy diciendo, morirás. Escucha cuidadosamente. Primero, debes saltarte el párrafo que le sigue a éste. Sin importar lo que hagas, nunca debes leer el párrafo continuo a éste. Debes ignorarlo completamente, evitando que tus ojos bajen hasta el párrafo que le sigue a éste. Prométemelo. Por el bien de los que te aprecian. Ésta es tu única oportunidad para redimirte por no haber confiado en mí hace un momento. Sáltate el párrafo continuo a éste, y haz lo que se te pida.

El Burdel de las Parafilias [Capítulo 1] (+18)


ADVERTENCIA: Lo Que Se Publica En Esta Pagina, Tiene El Fin De Entretenimiento.
La sigiente historia no se recomienda leer para personas moralistas o de mentes debiles.
Contiene descripciones graficas y sexuales, No nos hacemos responsables por daños mentales.
ATTE: Kevin Mendoza



Leonel había escuchado rumores acerca de un burdel clandestino en el centro de la ciudad. Decían que en ese lugar se llevaban a cabo toda clase de perversiones, desde BDSM hasta canibalismo, zoofilia, coprofilia e incluso necrofilia; claro que el costo variaba de acuerdo a la perversión deseada.

Él siempre había sido un pedófilo en secreto, se paseaba constantemente fuera de las primarias observando con lascivia a las pequeñas niñas en sus uniformes escolares, imaginando sus cuerpos poco desarrollados debajo de estos. Deseaba tanto poseerlas como matarlas a golpes, pero, por supuesto, aquello era ilegal. La Deep Web era un paraíso para él: miles de fotos de pequeñas niñas desnudas realizando actos sexuales y algunas incluso siendo maltratadas, todas clasificadas por edades; sus preferidas eran las de siete años porque consideraba que dejaban de parecer bebés para empezar a tener un poco de femineidad.

Así pasaba sus solitarias tardes, masturbándose con aquellas pequeñas sin nombre, deseando poder realizar su fantasía, pero controlándose al saber que terminaría en prisión. Por ello, en cuanto escuchó sobre aquel burdel, sus ojos se iluminaron. Ahorraría hasta el cansancio, no le importaba cuál fuera el precio: quería poseer una de esas lolitas.

Cuando por fin juntó una suma considerable de dinero, acudió a la dirección que le había sido indicada.
 Era un viejo edificio que lucía abandonado, en la entrada estaba una anciana pidiendo limosna con una niña de aproximadamente cuatro años, sucia y harapienta. «Espero que esa no sea la clase de niñas que hay dentro», pensó. Le habían dicho que le preguntara a la señora por «Liss», y así lo hizo.

—Le puedo decir dónde encontrarla, pero… ¿está seguro de querer verla?

Leonel respondió afirmativamente, y tras darle un par de billetes a la anciana, esta le señaló una puerta en el interior del edificio. Él percibió un extraño aroma que le recordó su visita a alguna mina, pero lo ignoró y siguió caminando hasta la puerta. Detrás de ella habían unas escaleras descendentes de las que provenían música y luces danzantes. Tal parecía que estaba en el lugar indicado.

Al final de las escaleras había una larga estancia en la que se estaba realizando una orgía. Eran al menos veinte personas teniendo sexo simultáneamente, todos poseían cuerpos hermosos y tentadores. Observó en particular a las mujeres de piel que parecía cincelada por Miguel Ángel, de largas cabelleras rubias, castañas, pelirrojas, delgadas y con curvas, pero todas de una excepcional belleza; sin embargo, dentro de toda la bacanal no había una sola niña, y esto lo decepcionó bastante.

—¿Quieres unirte? —le preguntó una mujer de largo cabello castaño y ropa formal pero provocativa. Leonel rechazó la propuesta y averiguó que aquella mujer era Liss. Le dijo lo que deseaba y ella le pidió que la siguiera hasta su oficina. Ahí rebuscó entre una larga biblioteca y extrajo una carpeta azul que le entregó.

—Este es nuestro catálogo de niñas de entre seis y nueve años, están ordenadas por fecha de nacimiento. Avíseme cuando encuentre alguna de su agrado.

Leonel pasó aquellas hojas, tenían varias fotografías de cuerpo completo y debajo de ellas un nombre y algunos datos: «le gusta morder», «buena para trabajos manuales», «muda», «sin dientes»… Ninguna le llamaba del todo la atención hasta que vio una fotografía que resaltaba entre las demás: una hermosa pelirroja de ojos color miel. «Haley R.: tímida, recién llegada, sin usar». Rozó ligeramente la fotografía con el dedo índice. Supo que era la correcta y así se lo dijo a la mujer.

—Perfecto, ¿y será desechable?

—¿Disculpe?

—Me refiero a que si no podremos ocuparla después. ¿Piensa cercenarla o comerla?

—Ah, claro, será desechable.

—En eso caso, ¿quiere algunas herramientas en la habitación?

—Sí, eso estaría bien.

—Perfecto, y ¿gusta de algún escenario en especial? ¿Un confesionario, un manicomio, un salón de clases?

—El salón de clases —dijo él inmediatamente.

—Entonces supongo que le gustaría que la niña llevara un uniforme escolar.

—Sería excelente.

—Es usted demasiado predecible, pero me parece bien. La habitación estará lista en una hora; mientras tanto, puede unirse a la orgía en la estancia.

Leonel regresó a contemplar la maraña de cuerpos; eran diferentes participantes, pero igual de bellos que los primeros. Se sentó en un sillón a observar aquella actividad, supuso que se le cobraría más si participaba, así que se contuvo, aunque en realidad aún no había preguntado cuál sería el precio. No que importara, tenía suficiente dinero como para pagar una casa.

Una hermosa joven desnuda se acercó a él con una charola repleta de rollos de sushi y unas cuantas copas de lo que parecía vino.

—Son… ¿humanos? —preguntó nervioso creyendo que aquella chica se reiría de él.

Primer Beso



Soy una chica tranquila, siempre lo he sido, nunca he tenido problemas con nadie -que yo recuerde-. Tengo algunas amigas, no me junto mucho con los hombres, tal vez esa es una de las causas por la cual nunca he tenido novio… ni tampoco he dado un beso.

En mis 15 años de vida no he salido a muchas fiestas… Se puede decir que nunca he hecho alguna locura, siempre que sentía esa especie de impulso para hacer alguna maldad, por muy pequeña que fuera, me la reprimía. “No, está mal, no debo hacerlo”, me decía a mí misma, así calmaba mi adrenalina, la que sentía que poco a poco se iba acumulando en mi interior, sabiendo que... SOY UNA PUTA. Siempre a principio de año me empezaba a gustar un niño, lo miraba de lejos, pero él nunca se fijaba en mí. Así pasaban todos los años y en todos me gustaba alguien diferente esperando a que este sí se fijara en mí.

Cierto año comencé a fijarme en un chico, lo conocí a principio de año, era el amigo de una amiga de otro curso. Con el tiempo comenzamos a hablar, nos volvimos amigos -mi primer amigo hombre cercano-, lo empecé a conocer mejor y me comenzó a gustar. Me tenía confianza, era muy simpático y muy tierno conmigo, incluso prefería pasar recreos conmigo que con sus amigos, lo que me hizo pensar que yo también le podía gustar.

-¡Por fin! ¡Por fin alguien que me gustaba se fijaba en mí!- pero no había nada confirmado.
Una vez me confesó que nunca había tenido novia y que tampoco había dado un beso, me conmovió porque él sentía lo mismo que yo.

A final de año pasábamos mucho tiempo juntos. Me gustaba mucho, pero aún no me atrevía a decírselo, aunque la mayoría ya se había dado cuenta…, menos él.

Una vez estábamos conversando por chat –era la última semana de colegio y yo estaba desesperada pensando cómo decírselo- y de la nada me escribió:

Candle Cove



NetNostalgia Forum – Televisión (local)

Skyshale033
Subject: Candle Cove, show infantil local?

¿Alguien recuerda este programa infantil? Se llamaba Candle Cove, y tenía 6 o 7 años cuando salía. No he podido encontrar ninguna referencia sobre este programa, pero creo que salía en los canales nacionales por ahí de 1971 o 1972. Vivía en Iroton en ese entonces. No me acuerdo del canal, pero me acuerdo que salía por ahí de las 16:00.

mike_painter65
Subject: Re: Candle Cove, show infantil local?

Me parece muy familiar… crecí en las afueras de Ashland y tenía 9 años en el 72. Candle cove… ¿era de piratas? Me acuerdo de una marioneta pirata en la entrada de una cueva, hablando con una niñita.

Skyshale033
Subject: Re: Candle Cove, show infantil local?

 
¡Sí, de pelos, no estoy loca! Me acuerdo del pirata Percy. Me daba como que miedo. Lucia como que estaba construido de partes de otros muñecos, como de muy bajo presupuesto. Su cabeza era una muñeca bebe de porcelana, que se veía muy antigua y no combinaba con el cuerpo. ¡No me acuerdo del canal! no creo que fuera en WTSF.

Jaren_2005
Subject: Re: Candle Cove, show infantil local??

Siento revivir este viejo tema, pero se exactamente de qué programa hablas, Skyshale. Creo que Candel Cove salió solo por un par de meses en el 71, no en el 72. Tenía 12, y lo vi algunas veces con mi hermano. Era en el canal 58. Mi mamá me dejaba ponerlo después de las noticias. Deja me ver lo que me acuerdo:

El lugar era en Candle Cove, y era de una niñita que se imaginaba a si misma siendo amiga de piratas. El barco pirata se llamaba Laughingstock, y el pirata Percy no era un muy buen pirata, porque se asustaba fácilmente. Y había música constantemente. No me acuerdo del nombre de la niña. Janice o jade o algo así. Creo que era Janice.

Skyshale033
Subject: Re: Candle Cove, show infantil local??

Gracias Jaren!!! Me llegaron memorias cuando mencionaste Laughinstock y el canal 58. Me acuerdo de la proa del barco, tenía una cara sonriente, con la quijada de abajo sumergida. Me acuerdo en especial de cómo era raro cuando cambiaban el modelo de plástico/madero, a la versión de marioneta para que la cara hablara.