LA ALUMNA NUEVA



Recuerdo que aquella tarde, como ya se había hecho costumbre, me había quedado después de clases a estudiar y repasar las materias sentado en una de las escaleras que conducían al 4to piso de la escuela. No me gustaba, pero tenía que hacerlo pues no quería volver a reprobar otro año. Eso era un asunto serio, un año más que reprobara y mis padres seguramente iban a tener que buscarme otra escuela. Bueno, estaba intentando hacer que la enredada materia de los libros entrara en mi cabeza cuando de pronto la vi a ella, una chica delgada y pálida que apareció caminando justo frente a mí en el pasillo. Nos miramos fijamente el uno al otro, parecía algo extraviada, me miró confundida por algunos segundos y luego como si algo malo ocurriera… siguió su camino con urgencia y en silencio.

Algo había en ella, no sé, no pude explicármelo en aquel primer encuentro… pero ella tenía algo, ese algo especial que me decía que podíamos entablar comunicación y una linda amistad. Grande fue mi sorpresa al día siguiente cuando la vi en el aula, era la alumna nueva de nuestra clase y se sentó delante de mí, a unos cuatro puestos de distancia. Nunca me integré mucho en el curso, ya me había acostumbrado a sentarme siempre atrás de los últimos y a no hablar mucho con mis compañeros… algo bastante común para un alumno repitente como yo. Varias veces estando en plena clase recuerdo haber levantado la vista y sorprender a la chica nueva mirándome de reojo, luego ella desviaba su mirada hacia adelante con cierto nerviosismo. Era una chica bastante extraña… casi tan silenciosa como yo y eso no me gustaba, no lo sé… me inquietaba.

Pasaron los días y me la topé de nuevo en aquel pasillo solitario de la escuela, ella venía bajando del cuarto piso, aquel piso maldito al cual nunca quise ir, me daba mala espina… no lo sé, es raro, pero ese piso me asustaba y yo siempre me sentaba en la escalera a estudiar, pero jamás subí al piso superior. Aquel encuentro fue fortuito e inesperado, ella venía bajando apresurada y se topó conmigo en las escaleras… asustada por quien sabe qué cosa se detuvo y luego me ofreció una amable sonrisa… yo solo le devolví el gesto. Cuando bajó las escaleras y pasó junto a mí quise ser cordial y le dirigí unas palabras.

-Hola… ¿cómo te llamas?- pregunté.
-Ahmm… debo… debo irme.- me dijo secamente y se fue casi corriendo.

En ese momento su raro y extraño comportamiento ya me había cansado. Quise sacarla de mi cabeza y traté de ocuparme de otros asuntos, pero por alguna estúpida razón ella se robaba mis pensamientos. ¿Porqué actuaba tan raro?, ¿Porqué gustaba de ir al cuarto piso de la escuela?, ¿porqué a veces en la sala de clases me miraba de reojo? Fueron todas preguntas sin respuesta. En casa yo no tenía una muy buena relación con mis padres debido a mis bajas calificaciones, así que no tenía con quien hablar de ella ni en casa ni en la escuela.

Ella me evitaba, lo podía sentir con el correr de los días y eso duró hasta que una buena tarde me le planté frente a frente. La agarré del brazo y ella se asustó mucho… casi temblaba, yo solo sonreí, en verdad quería ser su amigo.

-Hey, tranquila…- le dije.- Solo quiero ser tu amigo, mi nombre es Gabriel ¿tú como te llamas?
-…
-Vamos…- insistí amablemente.
-Me llamo Beatriz…- contestó con una voz temblorosa.- no debemos estar hablando…. No debemos… no debemos…
-¿Porqué no?
-Porque… ¡porque soy rara!, soy muy rara…. No soy como el común de los chicos.- exclamó de pronto con desesperación.
-Eso ya lo sé…- le dije sonriendo.- eres una chica muy extraña y mira que yo también lo soy… no hablo con nadie, ni siquiera en casa, estoy tratando de mejorar mis calificaciones, pero casi no entiendo la materia… ¿ves?, soy un friki.

-No lo entiendes… ¿verdad?, no lo sabes….
-¿Saber qué?- pregunté confundido.

Aggie......



Los niños son criaturas fascinantes. No puedo dejar de maravillarme de la manera en la que actúan y piensan. Sus mentes pueden ser moldeadas muy fácilmente, sin ningún esfuerzo, como la plastilina más suave en la más fuerte de las manos. Me preocupa nunca llegar a entender a esta niña, es decir, cómo pensaba.
Estas cosas pasaban por mi mente mientras examinaba la habitación levemente iluminada. Las puertas y ventanas estaban clausuradas con esa cinta amarilla que usan en las escenas de un crimen, el pegajoso desastre en el suelo estaba siendo analizado por el equipo forense.

El sitio que tenía enfrente era espeluznante, lo que alguna vez fue una niña de ocho años yacía en el suelo. Uno no podría decir con exactitud qué era a primera vista. Su cabeza apenas estaba unida a la columna vertebral, colgando grotescamente hacia un lado, con el líquido escarlata coagulado debido al paso del tiempo. Un ojo estaba fuera del cráneo, perdido unos metros más allá. Había un hueco donde antes estaba su estómago, como si hubiera sido arrancado a mordiscos por una bestia, mientras que los órganos aparecían esparcidos a su alrededor. Unas horribles marcas de cortes adornaban sus pequeñas muñecas, manos y dedos, llenos de costras de sangre. Claramente, alguien o algo la quería muerta. Sus padres y su abuela estaban en condiciones similares, dispersos por toda la sala.

El lugar era un verdadero baño de sangre. Me hizo volver el estómago. Evidentemente hubo una lucha. Juguetes, muñecas, títeres, revistas, vidrios rotos y ladrillos habían sido arrojados sobre el macabro espectáculo. La sala parecía combustible para pesadillas.Quedé enmudecido por el olor a sangre y entrañas. Aparentemente tenían tres días de muertos, aquello era demasiado para mí.

Un tanto mareado, me di la vuelta y me alejé de la escena. Quizá en alguna otra parte de la casa encontrara algo aún más vomitivo. Una vez que pasó el malestar me sorprendí a mi mismo subiendo las escaleras, hacía lo que parecía el cuarto de una niña. Ahí no había señal de lucha, todo estaba en su lugar… excepto por una cosa: Un cuaderno.

Era un cuaderno escolar común y corriente, tirado en el suelo. Lo levanté lentamente, dándole vuelta en mi mano. Estuve a punto de entrar en estado de shock. Estaba cubierto por letras sanguinolientas, extraños símbolos y signos. Había una cara dibujada sobre el papel, prácticamente en cada una de las páginas. Era una cara torcida, parercía estar cosida. Los ojos estaban rellenos con pequeñas líneas a través de ellos, como si fueran botones. Me parecía familiar, pero era incapaz de recordar por qué. Un pequeño pedazo de papel cayó de entre las páginas. Me agaché para recogerlo.

“No temas, mi niño, yo alejaré a los espíritus,
Te mantendré a salvo durante la noche, seré tu amiga todos los días,
Cuando se trata de amistades, tengo muy pocas,
Así que no me dejes, querida, o mi corazón se partirá en dos.”
Aquello no se veía bien. Le dí la vuelta al papel y leí el reverso:
“Muñecas Preocupadas de Madame Zoh
Tus amigas hasta el final.”

El remake de ‘Eso’ el payaso asesino se empezara a grabar en 2015




A quienes les gusten las películas de terror esta noticia quizás les guste tanto como a mi, pues se ha confirmado quien será el director del remake de la película It, o ‘Eso’ el payaso asesino que se estreno en 1990 a cargo del director Tommy Lee Wallace, bueno pues esta nueva versión de la novela original de Stephen King empezara a grabarse durante e l 2015 a cargo del director Cary Fakunaga quien fue el director responsable de True Detective.
Según las noticias que se han dado a conocer sobre la nueva película del payaso asesino, esta tendrá dos entregas para intentar llenar las expectativas de los fans mas exigentes y contar la historia completa, el director Cary Fakunaga dijo:
El libro es tan épico que no podíamos decir todo en una película y construir personajes con suficiente profundidad.
La primera entrega de estas dos películas de It (Eso) relatara la historia de los niños y la pesadilla de enfrenar a este payaso asesino que ha asustado a muchas generaciones y ha alimentado la fobia contra los payasos, la segunda película se centrara en un reencuentro con el payaso diabólico de los personajes ya en edad adulta, este asunto de dividir la historia en dos partes puede ser un gran acierto pero también un gran error del director, ya que el director Tommy Lee deja la estafeta muy en alto en la primera versión cinematográfica de esta historia.

Tres Velas…




Cuando desperté, la oscuridad eran tan profunda que ni siquiera una noche sin luna ni estrellas podía estar sumida en un abismo más insondable.

            Lo que vino después de la oscuridad, fue la bofetada que me pegó el nauseabundo olor que impregnaba el lugar. Era intenso, asqueroso, el mismo olor que piensas encontrar en un montón de excremento, en la carne putrefacta de un perro muerto,  con los huesos rotos y la sangre mojándole el pelaje infestado de pulgas. El asco fue tan agudo y penetrante como una cuchillada en el corazón, que sin darme cuenta, me encontré vomitando sobre un suelo desconocido.

            En tercero, llegó el silencio. Ni un ruido había en aquél desconocido lugar, fuera del sonido de mi ruidosa y entrecortada respiración, los audibles latidos de mi corazón. El silencio era tan anormal, tan perfecto y frágil, que debía venir de otro mundo.

            Finalmente, después de que los síntomas físicos tuvieran lugar, vino algo peor: el horror. Porque, cuando me pregunté dónde estaba, no obtuve respuesta. Me cuestioné, sintiendo mi corazón acelerarse, cómo había llegado aquí. Pero el verdadero clímax de mi terror, ocurrió cuando me pregunté quién era, y a pesar del esfuerzo, a mi mente no vino el recuerdo de un nombre, un rostro, una familia. No era nadie.

            Arrodillada, temblando, sudando; no fui capaz de nada más que permanecer petrificada. Porque tenía esa sensación angustiosa de saber que, a pesar de la falta de ruido y vida, no estaba sola. Había algo en la habitación. Quise gritar, pero ni siquiera pude abrir mis labios. No sé dónde estoy, no sé quién soy.

            Algo tomó mi hombro. Me hizo estremecerme de pies a cabeza, erizándome los cabellos de la nuca. Como la garra de una de esas bestias con cuernos que los artistas pintan en sus lienzos, atravesando cuellos con sus uñas, bebiendo la sangre de las cabras y seduciendo a vírgenes doncellas.  Y mi garganta se desgarró, venciendo a mi aterrorizada petrificación, en un agudo grito. Entonces,  todo se vuelve aún más oscuro de lo que ya era.

Cuando desperté, el olor y el horror…seguían ahí. La única diferencia, era la luz. Escasa. La luz de tres velas era suficiente para mostrarme la habitación, a excepción de los rincones más alejados perdidos en las tinieblas, sumergidos en lo oscuro.

La habitación estaba desnuda, totalmente vacía. El único adorno en sus paredes pelonas, era Él. Desde ahí arriba me está mirando: veo su rostro de engañoso beato empapado en lágrimas de sangre, sus ojos de fingido dolor y pureza, la carne de su cabeza desgarrada por la corona de espinas, sus manos y pies atravesados por clavos de hierro oxidado. Su piel derramando sangre, manchando la cruz de madera donde está clavado. Ése es el hombre por el cual estoy aquí. No recuerdo ni nombre, no sé quién soy, pero como criatura recién nacida que se prende a los pechos de su madre, el instinto, salvaje e impulsivo, más fuerte que la razón; me hizo odiar a aquel hombre, y culparlo de todos mis males.

Fue entonces, cuando el característico ruido de una forzada respiración me hizo volver a la realidad; y con la sangre congelada y el corazón detenido, me giré. Nunca he visto unos ojos tan azules. La chica tenía el rostro hinchado, con un ojo de un preocupante y putrefacto color morado, un derrame sanguinolento en su ojo izquierdo. Sonreía con una incongruente y enfermiza alegría, dejándome ver sus encías negras y desprovistas de dientes.

Abrí la boca para gritar, pero ella cubrió, con una agilidad inesperada, mis labios; provocando que mis gritos fueran solamente gemidos ahogados. Nos miramos a los ojos, entre las tinieblas, sin pronunciar palabra, una vez que mis gritos se hubieran apagado. Ella me penetro con esos tristes ojos azules y me acarició las mejillas.

-Se los llevaron a todos.- me susurró, aún sin quitarme las manos de encima, sus ojos desquiciados fijos en mí. – Menos a nosotras tres. – miró de reojo un bulto hecho un ovillo en un esquina, apenas visible. – Pero no tardarán en venir, no señor. Nos van a exterminar como ratas: nos aplastarán hasta desparramarnos los sesos, quebrarnos el cráneo, bañarnos en agua hirviendo para que se nos despelleje la piel…

-¿De…de qué hablas?- pregunté, con un hilo de voz.

-¿En dónde has estado, chiquilla tonta? ¿Qué no los viste? – No esperó a que yo respondiera, y continuó, con un tono más agudo.- Estábamos rodeadas de muertos. Algunos tan viejos que no eran más que un montón de huesos con piel podrida atravesada de gusanos. Otros tan recientes que todavía respiraban con suavidad, como un bebé, pero ya estaban muertos porque les habían sacado los ojos, cortado la lengua y los genitales, vaciado hasta la última gota de sangre…

            – ¿Quienes…? ¿Quiénes les hicieron…eso?

            – Ellos. – respondió simplemente, y de reojo miró al hombre de la cruz, que nos observaba con sus ojos adoloridos.- Esos malditos, los mismos que nos han estado matando desde el principio de los tiempos…no se rendirán hasta vernos a todos muertos. Pero ellos ya están muertos. Todos lo estamos.

            Sus palabras me provocaron tal impacto, que no pude hacer nada. Ni asentir, ni musitar palabra alguna. Me abrazó, hablándome de Ellos con tal angustia y odio que termine aterrada, sin saber nada más que yo los odiaba. Me aseguró que no había manera de escapar, y no pude hacer otra cosa que creerle. Me convenció de esperar la Muerte pacientemente, pero yo no quería hacerlo. El suelo estaba cubierto de excremento, sangre seca, orines de rata, cucarachas y gusanos. Había tanta porquería que su olor provocaba nauseas.

            Me obligó a callar, de pronto, rogándome por silenciar mis sollozos con un débil siseo. Un ruido metálico me hizo sobresaltarme. Pero para la chica de ojos azules parecía significar algo. Se mantuvo quieta y atenta.

            -Ya vienen por mí.- dijo solamente.

            -¡No!- grite, aferrándome a ella con toda la fuerza de la que fui capaz, aterrorizada.- ¡No!

            Se puso de pie, solemne, dispuesta a enfrentar a la Muerte. Hubo otro ruido, seguido del sonido de unas brutales y risueñas voces ahogadas. Y entonces,

EL INFIERNO DE JUNKO FURUTA (+18)


(ADVERTENCIA - Este texto se recomienda que sea leído por mayores de edad.
Puede ser textual mente gráfico. La página no se hace responsable por el daño psicológico que esta puada causar.)

– Basado en un hecho real –


Junko Furuta, una típica estudiante de secundaria japonesa de 16 años, había sido secuestrada por cuatro de sus compañeros apenas uno ó dos años mayores que ella, y llevada a la casa de uno de estos. El líder del grupo y un miembro de la temible mafia Yakuza la amenazó con una afilada navaja y su destino quedó sellado ese día.

—Papá, mamá, no me busquen. He decidido escaparme de casa. Estaré bien…

—le decía Junko a sus padres por teléfono, obligada a hacerlo por sus secuestradores como una estrategia para que no la buscaran. Su madre reaccionó airada y perpleja del otro lado del teléfono y Junko se sintió tentada a decirle la verdad, pero el cuchillo en el cuello la disuadió. 
—Adiós mamá —dijo casi llorando—

 te… te amo…

Sus captores colgaron el teléfono.

—¡Muy bien! —dijo Miyano Hiroshi, el líder— ¡Eres tremenda actriz! Veremos si eres tan buena en la cama…

Dicho esto tomó a la niña y la lanzó contra el colchón del lecho más próximo. A pesar de la resistencia de la chica, le arrancó la ropa, le removió violentamente sus bragas, se desabrochó el cinturón y desfloró a la niña. Su pene le desgarró sangrientamente el himen en medio de las súplicas, quejidos y lágrimas de la joven. Una vez que se satisfizo con el orgasmo, se retiró sonriente.

Sus cómplices estaban enardecidos por aquello. Uno a uno se lanzaron sobre Junko y la violaron. Luego la giraron boca abajo e introdujeron sus penes por aquel ano tan virginal como hasta hace poco era la vagina sumiéndola en estrepitosos alaridos y en un temblor convulsivo.

Miyano, Jo, Mirato y Watanabe, los raptores de Junko, estaban muy satisfechos y fumaban complacidos contemplando su obra. Los padres de Watanabe escucharon el llanto de la niña y estaban temerosos de las implicaciones, pero Miyano les aseguró que, de delatarlo, haría que sus compinches en la mafia los mataran, así que desistieron de la idea.

Los cuatro adolescentes se ubicaron en el sótano donde colocaron unas colchonetas, un sofá y algunos otros muebles sin importancia. Las esperanzas de Junko de que, una vez violada, la dejaran ir se desvanecieron. Aquello iba para rato.

Durante dos ó tres días no hubo que no le hicieron a Junko. Le abrieron la boca para que les chupara las vergas, la violaban a veces de dos en dos —uno por la boca y otro por la vagina— ó hasta de tres —agregándose un tercero al ano—. Finalmente la violaron los cuatro al mismo tiempo cuando un cuarto usó sus pechos para masturbarse mientras el resto disfrutaba de sus orificios naturales.

Así terminaba Junko el día, repleta de semen en la boca, el recto, la vagina y los pechos. Bañada en aquella sustancia pegajosa y además ensangrentada por las constantes vejaciones a su anatomía.

Aunque reacia al principio, Junko decidió que era mejor ser sumisa, para evitar la ira de sus secuestradores, así que los complació en todo lo que le pidieron. Si le decían que se masturbara, lo hacía. Si la querían degradar ordenándole que bebiera orina ó masticara cucarachas, obedecía (aún cuando esto la hacía vomitar). Si los cuatro orinaban sobre ella, si le tomaban fotos desnuda para humillarla y amenazaban con difundirlas, etc., resistía. En general, cumplía todas las indicaciones por perversas que fueran. Pero esto, lejos de aplacar a los muchachos, enardeció su sadismo.

La ataron al techo y la usaron como saco de boxeo. Cuando se cansaron de la paliza que le propinaban con sus propias manos, tomaron los palos de golf del padre de Watanabe y comenzaron a azotarla con ellos. Posteriormente le clavaron agujas en los pezones. Luego la soltaron, tirándola sobre el piso y le quebraron los dedos de la mano derecha a punta de pisotones y le aplastaron la cara varias veces contra el suelo.

Junko emitió un gemido agónico y se desmayó del dolor.

Cuando Junko despertó